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Chile

Woodstaco 2018: Diez años en torno a la música, la naturaleza y la libertad

Nota: Freddy Veliz | Fotos: Paula Muñoz

 

En octubre de 1970, un grupo de jóvenes amigos, entusiasmados al ver la película/documental del mítico festival de Woodstock’69, decidieron embarcarse en una utópica tarea, intentar replicar el legendario evento en la precordillera santiaguina, con las bandas chilenas más destacadas de la época. El resultado fue el Festival de Piedra Roja, uno que con los años se recuerda como parte de los grandes hitos de la música nacional a comienzos de la década del 70, pero que realmente no cumplió con los objetivos propuestos, por la falta de experiencia, de recursos, el vivir en una sociedad bastante pacata y horrorizada por considerarlo un encuentro de drogadictos, promiscuos, hippies que vivirían una fiesta del libertinaje, etc. El evento no funcionó como se esperaba, la mayoría de las bandas no pudo tocar, no se cumplían las normas técnicas y lo más profesional que lograron fue un pequeño auspicio de Coca-Cola para levantar un kiosko de venta de bebidas. Para llegar al lugar (actual sector de San Carlos de Apoquindo), era complejo, considerando que en esos años desde Tobalaba al oriente, existían solo parcelas y no llegaba locomoción colectiva.

38 años después, en Diciembre del 2008, la historia pareciera repetirse en  Curicó, pero con resultados bastante más positivos, con un grupo de jóvenes amigos que decide organizar una fiesta al aire libre. En el patio de la casa de uno de ellos, proponen armar un escenario e invitar a Los Gatos Negros, una de las bandas favoritas de este grupo de amantes de la música, para tocar en vivo y animar con rock la velada, frente a unos 70 invitados. El pequeño evento lo bautizan como Woodstaco (fusión de Woodstock y Enaco, sobrenombre del dueño de casa), y daría pie para generar en sus mentes la idea de realizar un festival en medio de un entorno natural, que llevarían a cabo en un sector más amplio cercano a Curicó, el que se iría replicando año tras año, hasta este fin de semana, cumpliendo 10 temporadas desde esa primera locura que se les atravesó por la cabeza. Mientras crecía el festival fue cambiando de lugar de realización, llegando a ocupar un fundo en plena Montaña de Teno desde su cuarta versión hasta estos días, y que se ha señalado sería la última en ese lugar.

Llegar a la Montaña de Teno significa adentrarse en la precordillera de la séptima región, convirtiendo esta experiencia en una peregrinación masiva de jóvenes (y no tan jóvenes), para acampar durante dos noches y tres días en medio de la naturaleza, donde la tierra, la vegetación y las aguas del Río Teno transforman este evento en algo que va más allá de la música propiamente tal, convirtiéndose en una total experiencia. El viernes 12 de enero desde temprano en la mañana, comienzan a llegar los grupos de personas, generalmente son los que se han repetido más de una vez el plato, y saben que es conveniente estar antes para encontrar buenas ubicaciones e instalar sus carpas. La entrada por momentos se torna lenta, ya que es un solo control, pero nadie vive esto como algo estresante, no hay carabineros ni una extremadamente masiva brigada de guardias de seguridad, y todo se mantiene en orden, desde ese minuto nos damos cuenta que la buena convivencia es uno de los fuertes del evento.

A las 17:00 hrs. comienzan las presentaciones del día viernes, las que se extienden hasta bien altas horas de la madrugada, retomándose los shows a partir de las 12:00 del día sábado.  Son cuatro los escenarios dispuestos de forma estratégica para que vayamos recorriendo por senderos y en medio de abundante vegetación. En una gran explanada rodeada de álamos bajo los cuales se van disponiendo cientos de carpas alrededor, se encuentra el escenario Enjambre, perteneciente al colectivo del mismo nombre, y donde la música de tintes étnicos, progresivos y de connotación carnavalesca es el mayor fuerte, bandas como Sin Silencio, Zorbas Crisol, Rütrance, ZET, Apokálipo, KeRuede, Afronautas, Aisles, MediaBanda, DeRuts, entre otros, son parte de los responsables de llenar de música ese amplio sector.

Al desplazarnos hacia el Este, traspasando la hilera de árboles llegamos a un de patio de comidas donde sándwiches, anticuchos, fideos, pan amasado, bebestibles, pizzas, etc., son las alternativas a precios bastante razonables que se ofrecen y sirven como antesala para ubicarse en el escenario Nexo, del portal sonidosocultos.com, con una ecléctica parrilla de bandas: Columpios al Suelo, Tephiret, Los Sin Retornos, Leyton & Los Cerrucos, Egregor, Mosto, Locktur, Magaly Fields, Alto Voltaje, Johnny Olas, etc., son parte de la programación durante la triple jornada.

El ambiente que se vive en Woodstaco es determinante en su funcionamiento, miles de personas reunidas, donde no se vislumbran conflictos, todo fluye en completa armonía: Música, sana convivencia, parajes naturales, talleres, espacios infantiles, y carrete, mucho carrete pero sin descontrol, una actitud que nace del mismo público, porque no hay autoridades de la fuerza policial que haga acto de presencia para poner orden, y eso es un claro ejemplo de que se puede lograr reunir a miles de personas sin generar desorden. Woodstaco genera esa mística ideal donde se respira libertad y respeto mutuo, y ahí está la gran virtud de este evento, que gira en torno a la música chilena de tintes independientes y algunas extranjeras, incluyendo a artistas consagrados pero que se mantienen al margen del mainstream como los legendarios Aguaturbia, Weichafe, Florcita Motuda o los porteños Tryo que celebran 30 años de trayectoria musical desde la fusión y el rock progresivo.

En la misma explanada hay un espacio de talleres de yoga, cajón peruano, baile y meditación, además un rincón especialmente adaptado para los niños llamado Woodstaquito, con actividades como malabarismo, música, entre otros. Cada detalle está pensado para que todos puedan esparcirse por sus determinados intereses. Saliendo de la explanada nos dejamos llevar por los senderos que conectan con los demás escenarios, sin antes pasar por un punto de encuentro, una especie de plaza de armas, donde confluyen distintas opciones mercantiles, como comida, artesanías y souvenirs, todo enmarcado desde una perspectiva rústica y natural. También nos encontramos con un pequeño escenario bautizado como Micrófono Libre, donde, previa inscripción, cualquiera que tenga algún talento musical que mostrar, puede subirse a improvisar y musicalizar el entorno que lo rodea.

Mientras caminamos rodeados de vegetación, nos vamos cruzando con cientos de asistentes, de disimiles estilos, como metaleros, hippies, punks, rockeros clásicos, indies, conservadores, algunas familias, etc., conviviendo un mismo espacio en armonia. También nos encontramos con cientos de carpas instaladas entre arbustos, aprovechando cualquier rincón disponible para cohabitar estos tres días. Entre bajadas al río, unas ingeniosas duchas ecológicas, donde queda explícitamente prohibido el uso de shampoo o jabón, debido a que el agua cae directamente al cauce natural, el cuidado de la naturaleza es primordial. Caminamos y nos encontramos con senderos que se entrecruzan derivándonos a los escenarios Woodstaco Rock, el más grande y que recibe a los artistas de mayor connotación rockera, que este año contó con una escenografía cuyo centro de atención era un gran cráneo taurino en el medio, además de una bien diseñada iluminación, en él se presentaron bandas como Blaxem, Engranaje, Kayros, Fiskales Ad-Hok, Panteras Negras, Vorágine, Andrés Lecaros y Los Forajidos, Tryo, Weichafe, Aguaturbia, Yajaira, Los Queltehues, Florcita Motuda, etc.

Otro sendero nos dirige a Blesstaco, el más reducido, pero de un diseño escenográfico maravilloso, adaptado al entorno, en cuyo centro se erige un árbol alrededor del cual los músicos se distribuyen, en medio de coloridas telas y paneles, adecuadas para la propuesta musical psicodélica y experimental que ahí se concentra, con bandas como The Ganjas, Spiral Vortex, Carolina Holzapfel Trío, Como Asesinar a Felipes, Subhira, etc., el público se dejaba llevar por un trance continuo en este destacado rincón.

Estar inmerso en Woodstaco, es pertenecer a una verdadera ciudadela/campamento, la organización ha ido año tras año mejorando falencias, llegando a un punto que pareciera no faltar nada. Existe dentro del recinto variedad de venta de alimentos, provisión de agua, hielo, basureros y baños, estos últimos se observa que son sobrepasados por la cantidad de personas que asistió, calculado en unas 6.000 personas aproximadamente (dato no oficial), pero aún así hay una preocupación diaria de limpiarlos durante la mañana. Se respira tolerancia en la comunidad reunida en torno al rock y sus derivados, postales que quedan grabadas en nuestra memoria como Andrés Lecaros celebrando siete años tocando en el festival, invitando a su pequeña hija de 12 años a ser parte del coro y cantar sola en medio de los aplausos emocionados del público; a Denisse de Aguaturbia y su tremenda pasión sobre el escenario instando a cantar el cumpleaños feliz al festival; el barro en el que varios se embadurnaron como niños; No podemos olvidar al infaltable perro que pasó a ser la mascota popular en el río, en medio de las tocatas o junto a los madrugadores que se enfrascaron en una masiva pichanga matinal en la explanada. Bailes, cantos, encuentros, risas, largas conversaciones en torno a unas cuantas cervezas y aromas volátiles que inundan el ambiente. Woodstaco se encumbra como el festival más importante de música chilena independiente, el evento ha ido creciendo a pulso y desde la autogestión, con la ayuda de algunos fondos y la pasión de sus organizadores por generar un encuentro de alto nivel, creando espacios para los artistas que no son considerados en las grandes lides comerciales. Hay detalles que mejorar, como plantear mejor la coordinación de los horarios de cada banda, en Enjambre hubo desfases de una hora por problemas técnicos al inicio de cada artista, y eso no puede suceder, por respeto a los músicos y el público que se organiza para trasladarse de un escenario a otro. La tónica del festival durante estos diez años ha sido mejorar las fallas, por lo que no dudo que estos detalles tendrán solución.

Si la música es el motivo central de este encuentro, la sensación de Libertad y Respeto son conceptos que engloban esta experiencia, y que tan bien quedó de manifiesto al final del concierto de Florcita Motuda, cerrando el escenario Rock el día domingo con el clásico “Todo Chile en Pelota”, instando a parte del público a saltar y bailar sobre el barro, contagiando a una asistente que se desliga de su ropa para lanzarse al público que la desplazó en un épico  crowd surfing, coronando así una verdadera fiesta, donde todos vibraron , se respetaron, abrazaron y convivieron en torno a una experiencia mágica, que solo la música, la naturaleza y la disposición de todos los que ahí estuvieron pueden lograr. He ahí la gran esencia de Woodstaco, que se despidió en grande de la Montaña de Teno, para comenzar a estudiar un nuevo lugar donde seguir desarrollándose y creciendo. Que no se pierda el espíritu, eso es lo más importante, lo que marca la diferencia.

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Productor gráfico, melómano que gusta escarbar en los procesos históricos del desarrollo del rock y la música en general, compartir e intercambiar estos conocimientos con los demás en una buena conversación. Amante de la naturaleza, los animales, el buen cine, la experiencia de un viaje, la introspección de la lectura y los conciertos en vivo.

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