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Live Review Internacional

Venom: Bautismo en fuego

Lo hermoso en lo destructivo. Esa contradicción, ese contraste entre caos y belleza, resume perfectamente lo vivido anoche.

Por: @jeff.qlo 

A veces, cuando escuchamos la palabra “hermoso”, la asociamos con algo positivo: un paisaje sereno, una obra de arte majestuosa o un momento de paz. Pero ¿y si aplicamos ese término a algo completamente destructivo? Como en los relatos de soldados que, tras un campo de batalla devastado, describen el panorama como un hermoso paisaje. Esa contradicción, ese contraste entre caos y belleza, resume perfectamente lo vivido anoche. Fue un espectáculo brutal, un despliegue de pura energía, donde lo destructivo y lo sublime se encontraron en perfecta armonía.

La noche arrancó con Flageladör, una banda brasileña que encarna la esencia más primitiva del thrash metal. Su sonido es una máquina del tiempo que nos transporta a los años formativos del género, cuando todo era crudo, agresivo y sin filtros. Con riffs abrasivos y una actitud sin concesiones, lograron calentar los motores de una audiencia que, desde el primer tema, se sumergió en el frenesí. Flageladör no solo tocó música; encendió una chispa que preparó el terreno para la tormenta que se avecinaba.

Entonces llegó el turno de Warbringer, y lo que antes era un rugido controlado se convirtió en una explosión sin límites. La banda desplegó su arsenal como si de un bombardeo aéreo se tratara, arrasando con todo a su paso. Sus riffs fueron afilados como cuchillas, sus ritmos tan intensos que parecía imposible resistirse a la furia del mosh que se apoderó del recinto, incluso aquellos que intentaron mantenerse al margen se vieron atrapados en el vendaval. Cada tema de Warbringer era un golpe directo al pecho, una descarga de pura adrenalina que dejó al público exhausto, molido, pero completamente entregado.

El ambiente estaba al rojo vivo cuando llegó el momento más esperado: Venom. En cuanto se apagaron las luces y comenzó a sonar la introducción de su legendaria “Black Metal”, el recinto estalló. Fue un inicio apoteósico, el equivalente a encender una mecha que hizo volar por los aires cualquier expectativa. Cronos, con su presencia imponente y su voz áspera como el acero oxidado, tomó el mando con una autoridad inquebrantable.

La interpretación de Venom no fue solo un concierto; fue un ritual oscuro, un despliegue de poder que recordó a todos por qué son los pioneros del metal extremo. Su sello distintivo no solo radica en la música, sino en la atmósfera que crean. Cada canción es una invocación a lo prohibido, un viaje a través de la penumbra, donde riffs pesados y letras cargadas de blasfemia invitan a los oyentes a abrazar el caos.

El mosh fue una constante, un ciclón imparable de cuerpos que chocaban y se lanzaban al compás de cada tema. No había pausa ni respiro, y el público lo sabía: esta era una experiencia única, una comunión entre el caos y la energía visceral que solo Venom sabe entregar. Los crowsurfing se multiplicaban como oleadas de adrenalina pura, y el público, lejos de agotarse, parecía alimentarse de esa destrucción controlada.

Cronos, siempre el maestro de ceremonias, no dejó de interactuar con la audiencia encendiendo aún más los ánimos. Los clásicos siguieron uno tras otro, Countess Bathory y Welcome to Hell fueron algunos de los momentos más explosivos de la noche. La banda, como una maquinaria perfectamente engrasada, no dejó un solo momento de debilidad.

El despliegue escénico fue igualmente imponente, luces rojizas que simulaban el fuego del infierno, efectos de humo que envolvían el escenario en una penumbra casi ritual, y un sonido aplastante que resonaba como un trueno. Venom no solo tocó música; presentó un espectáculo que era tanto un homenaje a su legado como una declaración de que su llama sigue tan viva como siempre.

Cuando llegó el cierre de la noche, el recinto se transformó en una auténtica locura. Era imposible no sentir la energía colectiva de una audiencia que había dejado todo en el mosh, en los gritos, en el sudor compartido. Venom dejó claro por qué son leyendas vivientes: su capacidad para capturar y canalizar la energía de su público, devolviéndola amplificada en una vorágine de música y caos, es incomparable.

Anoche no fue solo un concierto; fue una experiencia transformadora, un recordatorio de por qué el metal extremo sigue siendo una fuerza imparable. Flagelador, Warbringer y Venom ofrecieron algo más que música: dieron una lección de intensidad, de compromiso con su arte y de conexión con un público que no solo escuchó, sino que vivió cada segundo como si fuera el último.

Aquellos que estuvieron presentes saben que fueron testigos de algo único. Porque a veces, en medio de la destrucción más absoluta, se encuentra la belleza más pura.

Fotos: @manson.fotografias

Written By

Audiovisual, amante del metalcore y las emociones humanas. Me gusta retratar en mis escritos lo que sienten las personas en los conciertos y analizar el metal desde el desarrollo personal de los artistas ♡

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