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Conciertos

Un nuevo vuelo al universo Magma

Un concierto que nos llevó al mismísimo Kobaïa.

Por Freddy Veliz, Fotos @crisrock_photography

Este viernes 28 de abril, tuvimos la oportunidad de estar nuevamente frente a la enigmática banda francesa Magma sobre un escenario nacional. Teatro Nescafé de las Artes vuelve a acogerlos, esta vez para presentarnos su más reciente álbum, titulado Kãrtëhl, lanzado el 2022 con gran recepción por parte del círculo de fanáticos que siguen sus pasos con ímpetu.

Christian Vander, baterista, compositor y fundador de este verdadero colectivo musical retomó parte del sonido de sus primeros años, manteniendo la magia mística que lo ha acompañado en cinco décadas de existencia, en un álbum elaborado en estos duros años en que azotó la pandemia, y que Magma como la gran mayoría del mundo artístico, vivieron un encierro obligado, sin girar ni sentir el contacto directo con sus seguidores. Como varios de estos artistas, la banda francesa aprovechó de concentrarse en crear y despegar nuevamente con una nueva obra.

Para la apertura de este esperado regreso, la expertise de Tryo, una de las bandas más importantes del rock progresivo nacional, nos allanó el camino para el viaje central. La banda porteña, derrochó energía y luces de los que será su nuevo álbum de estudio, titulado ‘Suramérica’, cortes que mostraron una fuerte conexión con lo ancestral, mezclando potentes riffs, y una batería endiablada a cargo de Felipe Baldrich, que tomó el lugar de Felix Carbone quien permanece en Francia, y lo hace con un tremendo nivel y carácter. El conjunto está celebrando 35 años de trayectoria, y esta oportunidad fue bastante propicia para festejarlo, repitiéndose el plato este sábado en la fecha adicional que sumaron Vander y cía en el mismo recinto.

Tryo

Luego del respectivo intermedio, nos acomodamos para unirnos al viaje que Magma nos tenía preparado, uno que se inicia con la revisión de Kãrtëhl. Once miembros sobre el escenario, bajo una iluminación sencilla que varió el ambiente entre rojos y azules, y que envolvieron las sinfonías corales y el hipnótico entramado instrumental que nace de estas composiciones . Magma no es de convencionalidades, su música te atrapa, o te espanta. Sería poco sensato pensar que son una agrupación fácil de digerir para oídos poco acostumbrados a las complejidades de su música, una que a la hora de encasillar, se hace tan dificultosa como intrigante. Confluyen una gama infinita de elementos musicales, que no podemos limitarla solo al rock progresivo, como se acostumbra, algo que al mismo Vander no le acomoda, y realmente Magma va mucho más allá de una etiqueta en particular. 

La experiencia Magma, nos hace imaginar estar frente a una comunidad celestial que nos convoca a un ritual de sanación espiritual, con pasajes de catársis y otros de profundo bienestar, donde predominan los matices vocales de un coro liderado por Stella Vander seguida de la fiel Isabelle Feuillebois, y por supuesto los tonos más graves de Hervé Aknin. Magma conjuga de forma perfecta lo oscuro y lo luminoso, lo celestial y lo tenebroso, forzándonos a vivir emociones mil en casi dos horas de concierto, y  el repaso del álbum Ëmëhntëhtt-Ré, es un fiel reflejo de esos claroscuros en la obra de los franceses, y en especial la creatividad ilimitada de Christian Vander para construir conceptos musicales de tanta riqueza. El público se entrega a esta ceremonia y si bien se mantiene sentado y atento, se percibe extasiado ante la experiencia.

En mitad del concierto, el guitarrista Rudy Blas abandonó el escenario por sentirse enfermo, según la misma Stella Vander informó, mientras se interrumpía la música, volviendo a retomar, para que en cualquier momento el músico retornara, lo que recién ocurrió hacia el final y en medio de los aplausos de un público que no entendía mucho lo ocurrido. A pesar de la ausencia de Blas, la abrazadora presentación de Magma no se sintió resentida, los espacios son perfectamente ocupados por las voces que constantemente nos evocan estados y paisajes, en un ir y venir de emociones. Antes de despedirse, Vander se posiciona delante del micrófono y Simon Goubert se instala en la batería, a su vez Thierry Eliez se sienta frente al Rhodes, para invitarnos a una lúdica experiencia con “Dëhndë”, corte que cierra Kãrtëhl, y que data de 1978, los asistentes se mantuvieron incólumes en los asientos, en un corte que podríamos calificar como el más “bailable” de la banda, y donde Vander luce carismático y cercano, algo más terrenal si lo comparamos a ese torbellino musical que parece venir desde los confines del universo, directamente desde Kobaïa, la tierra prometida.

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Noticia publicada por el área editorial.

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