Por: @Jeff.qlo | Fotos: Francisco Aguilar @franciscoaguilar.ph
El legendario grupo japonés Sabbat aterrizó en Chile, desatando una tormenta de sonido y energía que dejó al público completamente atónito. La emblemática banda de black/thrash metal mostró por qué sigue siendo una de las más respetadas y divertidas dentro del género.
Desde el primer acorde, la atmósfera en el recinto se llenó de tensión y expectativa. Liderados por el carismático y excéntrico Gezol, la banda se lanzó al escenario con una intensidad implacable que no decayó en ningún momento. El guitarrista desataba su furia en cada riff y solo, destrozando almas con su técnica salvaje, mientras el baterista imponía una clase maestra de brutalidad. La batería resonaba con dobles bombos implacables y una precisión que solo años de experiencia pueden ofrecer.
La energía del grupo se transmitía como una corriente eléctrica al público. Pronto, todo el lugar se convirtió en un caos controlado: los empujones, las risas y hasta una efímera pelea provocada por algunos fanáticos que se pasaron de copas, formaron parte del ritual metalero de la noche.
La conexión entre la banda y los asistentes fue instantánea. Gezol dominaba el escenario con una presencia arrolladora, interactuando con el público en todo momento, mientras el resto de la banda se entregaba por completo a la música. La química entre los músicos era palpable, lo que se tradujo en una presentación potente, sin pausas ni fisuras.
El setlist fue un recorrido por su vasta y venerada discografía. La audiencia enloqueció con clásicos de los álbumes “Envenom” y “Evoke”, dos piezas fundamentales del underground japonés. Pero la apoteosis de la noche llegó con la interpretación de “Black Fire”. En cuanto sonaron los primeros acordes, el recinto estalló en un éxtasis descontrolado. Gezol saltaba de un lado al otro del escenario, mientras los fans de las primeras filas lidiaban con un mosh pit furioso en el centro del lugar, un torbellino de cuerpos que evocaba la esencia más pura del black metal noventero. Al finalizar el show, el mismo Gezol le entregó al corresponsal de iRock.cl la muñequera que utilizó durante todo el show, demostrando su cercanía, sencillez y gratitud ante sus fanáticos.
Chile demostró ser una plaza fiel e inquebrantable para el metal extremo. Pese a ser una banda bastante underground en el país, la pasión y entrega del público dejaron una marca imborrable en Sabbat, que correspondió con creces, ofreciendo una actuación inolvidable y dejando su corazón en cada canción. La banda se despidió con la promesa implícita de que su legado sigue vivo, más fuerte que nunca. Una noche épica que quedará tatuada en la memoria de todos los que asistieron.
