Por Freddy Veliz - fotos: Andie Borie
Porcupine Tree, es una de las bandas más influyentes y destacadas del rock progresivo de las últimas tres décadas, eso no es sorpresa para nadie. Un conjunto que partió como una idea ficticia por parte de su líder Steven Wilson, y que fue tomando forma hasta convertirse en la importante agrupación actual, con una amplia discografía, y envueltos en un aura de eminencias musicales, donde la perfección es una de sus principales características.
La banda se mantuvo en receso por más de 10 años, tiempo en que los fanáticos experimentaron la incertidumbre de no saber si alguna vez Steven Wilson se animaría a resucitarlos. Él estuvo concentrado en su carrera solista y otros proyectos musicales, sin contar su intenso trabajo como productor. Los demás músicos también tomaron caminos paralelos, y no había luces de que Porcupine Tree regresara al estudio o a los escenarios.
La gran noticia se dio durante la pandemia, los británicos lanzaron ‘Closure/Continuation’, esta vez en formato trío, excluyendo al histórico bajista Colin Edwin, lo que no a todos cayó muy bien, y generó ciertas divisiones entre los seguidores, pero las cartas estaban tiradas, y el disco una vez lanzado, tuvo una buena aceptación por parte de la crítica especializada y auditores. Las esperanzas de que Porcupine Tree comenzara a girar reaparecieron. Steven Wilson con sus variadas visitas a nuestro país, está al tanto de su popularidad por estos lados, y era cosa de tiempo, para tener noticias de alguna posible bajada a Sudamérica. Y justamente esta llegó a comienzos de este año, con la banda del puercoespín anunciando su debut en nuestro país, agotando rápidamente las 15.000 localidades dispuestas en el Movistar Arena.
Llegó el esperado día este viernes 7 de octubre. Un día histórico para los amantes del rock progresivo en nuestro país, por lo que las ansias acumuladas comenzaban a dilatarse y desde temprano se inició la peregrinación hacia el recinto ubicado en el céntrico Parque O’higgins. Para la apertura del show, los chilenos Spiral Vortex tuvieron la oportunidad de mostrar parte de su trabajo ligado fuertemente al rock psicodélico, mientras el público iba ingresando y tomando sus posiciones para la espera de Wilson y compañía.
Puntualmente a las 21:00 horas, y luego de insistir por las pantallas, de que este evento estaba “libre de celulares”, jugada similar a la de King Crimson el 2019 en el mismo recinto, se apagan las luces y el trío en pleno, con dos músicos invitados, hace su aparición en el escenario bajo una estruendosa ovación del público, ovación que se duplica cuando arremeten con “Blackest Eyes”, una de las canciones más reconocibles del conjunto, perteneciente a ‘In Absentia’, venerado Lp publicado el 2002. Desde ese segundo se desató la euforia en un público amplio en rango etario, y que esperó largo tiempo por tener a la banda inglesa sobre un escenario chileno.
Con algunos detalles de sonido, como cierta saturación que se provocó en los primeros minutos, el conjunto daba el vamos a una experiencia de tres horas (incluyendo veinte minutos de intermedio) recorriendo parte de su historia, concentrada en sus obras del último milenio, con especial énfasis de su nueva placa.
El público cantó extasiado cada uno de los cortes que rigurosamente fueron interpretados por estos músicos eximios. El poder, sutileza y elegancia de Gavin Harrison en la batería, creando figuras intrincadas y entregándose completamente a la música con su virtuosismo, se robó las miradas y la devoción del público que vitoreó su nombre constantemente. Una tripleta de cortes del último álbum iniciada con “Harridan” fue intensa y explosiva. Nate Navarro como invitado para lucirse en las cuerdas graves, cumplió con creces su papel, con una precisión y sincronía perfecta.
La música de Porcupine Tree es un ir y venir de experiencias sensoriales, por un momento es una bomba de racimo que arrasa con todo, y al instante puede convertirse en un lago de aguas calmas que invita a dejarse envolver en atmósferas lisérgicas y espaciales. “Of the New Day”, “Rats Return”, “Even Less”, “Drown With Me”, nos van mostrando todo ese cúmulo de vaivenes sonoros y rítmicos. Con Wilson intercalando guitarras, entre lo eléctrico y lo acústico, el experimentado ex Japan, Richard Barbieri, construyendo capas y ambientes desde los controles y teclas de su sintetizador, una labor importantísima en el sonido del conjunto, que en este tour también tiene el apoyo de Randy McStine en guitarra.
La iluminación generalmente en tonos azules y púrpuras le da una connotación oscura a la puesta en escena, oscuridad que es rota por las imágenes que se van proyectando en la pantalla de fondo. Cortes como “The Sound of Muzak”, “Last Chance to Evacuate Planet Earth Before It Is Recycled” y “Chimera’s Wreck” cimentan el camino hacia el final de la primera parte, dándonos un descanso de veinte minutos, antes de seguir con un espectáculo que a esas alturas ya tenía a las quince mil almas boquiabiertas con lo que se estaba viviendo al interior de recinto.
“Fear of a Blank Planet” vuelve a desatar la euforia iniciando la segunda parte del espectáculo. Euforia que tuvo su punto culminante con la apoteósica “Anesthetize”, corte que el mismo Wilson tilda de ‘más heavy metal’, y claro, la canción es una clase intensiva de como construir una pieza progresiva de tomo y lomo, con cambios de ritmos estructurados en diferentes movimientos, cuyo eje central son los riffs pesados y ensordecedores, pero ejecutados con exquisita técnica y pulcritud. La fabulosa “Sleep Together” cierra esta segunda parte, y en medio de la ovación el conjunto comienza a despedirse, ofreciendo un encore que parte con Wilson sentado al piano, para interpretar bajo aura estelar “Collapse the Light Into Earth”, un momento de riqueza emocional que continúa con la poderosa “Halo” y culmina con Wilson posicionándose en el centro con su electroacústica para deleitarnos con una extensa versión de “Trains”, bajo un manto de aplausos de un público exultante por el privilegio de haber vivido esta experiencia musical inolvidable.
Fueron tres horas en que nos olvidamos del mundo para embarcarnos en este viaje al que nos invita Porcupine Tree con su música. La solicitud de no utilizar celulares, fue acatada por la mayoría (nunca faltarán los porfiados), aunque muchos no aguantaron y encendieron las linternas para elevarlas en ciertos momentos, creando paisajes estremecedores junto a la música que fluía desde el escenario. Las expectativas se cumplieron a cabalidad en un concierto que quedará grabado como uno de los mejores del género que está rotando por el mundo en estos momentos. Y tuvimos la oportunidad de estar presentes para atestiguarlo.