Nota @marce_heviac | Fotos @crisrock_photography
El doom metal es inmortal, y Bobby Liebling es prueba de ello. Pentagram (EE.UU.), pioneros del género doom, en un sonido que más tarde definiría a gigantes como Candlemass, Trouble y Saint Vitus, llegaron a Chile con un show demoledor que dejó claro por qué siguen siendo una banda de culto.
La noche comenzó con IIII, la nacional que, con su sonido denso y envolvente, estableció el tono perfecto para la noche. Su propuesta, con tintes de sludge y post-metal, resonó con fuerza entre los asistentes, generando una expectación palpable para la llegada de los titanes del doom. Cuando Liebling apareció en escena, el público supo que estaba presenciando algo especial. A sus más de 70 años, el vocalista sigue siendo un frontman hipnótico que se adueñó del escenario con su estilo inconfundible, moviéndose de manera casi ritualista, lanzando miradas intensas al público, gesticulando con una expresividad que solo él posee y generando una conexión con la audiencia que pocos pueden igualar. Aunque en redes se ha viralizado por su carisma y excentricidad, en vivo demuestra que su legado va mucho más allá de un video compartido.
El peso del doom en su forma más pura:
El setlist repasó lo mejor de su historia, con cada riff, denso y macizo, recordaba por qué la banda es considerada una de las piedras angulares del doom, porque Pentagram fue pieza clave en la formación del género, incluso antes de que el doom tuviera nombre. La banda sonó bien ajustada, con una potencia que desmintió cualquier duda sobre su vigencia; guitarras cavernosas y una base rítmica precisa. Pero la gran estrella fue, sin duda, Liebling. Su capacidad para convertir cada canción en una interpretación casi dramática, hizo que el show fuera más que un simple recital: fue una experiencia, un viaje a las raíces del doom en estado puro, canción por canción era una inmersión en la oscuridad y una muestra de que este género no es solo un estilo musical, sino un estado mental.
El carisma inquebrantable de Bobby Liebling:
Hablar de Pentagram es hablar de Bobby Liebling. Su vida ha sido un torbellino de excesos, caídas y resurgimientos, pero sobre el escenario sigue siendo un personaje único. Lejos de ser un simple vocalista, es un narrador, alguien que vive cada canción con una intensidad visceral. En redes sociales, Liebling suele ser tema de conversación por su apariencia excéntrica o sus actitudes en escena, pero presenciarlo en vivo es entender que su magnetismo va más allá de la imagen. Es un sobreviviente, un testigo del nacimiento del metal más oscuro, un músico que ha visto todo y sigue aquí para contarlo.
Más allá de la música, este concierto fue una celebración de la resistencia. Pentagram ha sobrevivido a décadas de cambios y a una industria que tardó en reconocer su importancia. Sin embargo, aquí están, más vivos que nunca, recordando que el doom metal no solo se toca, sino que se siente en la piel.
Con un sonido impecable y una puesta en escena que hizo justicia a la banda, la productora (Atenea Events) volvió a demostrar por qué es un pilar en la escena metalera. Pentagram no es solo una banda, es un pedazo de historia que sigue latiendo y anoche, en Chile, su corazón doom volvió a latir con fuerza.
Sin lugar a dudas, lo de Pentagram fue más que un concierto, fue una clase maestra sobre lo que significa ser leyenda.
