Nota: Freddy Véliz
La artista nacional radicada en México, Mon Laferte, regresó a nuestro país para presentarse en la segunda jornada de Lollapalooza Chile 2025, y lo hizo en grande, en un escenario (Smart Fit) que se hizo pequeño ante la alta concurrencia que llegó literalmente a cantar junto a la oriunda de Viña del Mar.
Con un espectáculo basado en la estética del vodevil, la chilena impactó desde el primer momento en que sube al escenario, con una banda de varios músicos, donde confluyen vientos, percusiones y cuerdas, desbordó el aforo, con asistentes que no dejaron minuto libre para expresar cariño y cantar en un intenso e interminable karaoke. Impresiona la conexión que Mon Laferte logra con sus seguidores, su música que contiene condimentos tan propios de nuestra idiosincrasia como la “cebolla”, ha trascendido hacia cumbres pocas veces vistas en una artista nacional, que cruzó fronteras, y actualmente, es sin dudarlo, una de las cantantes más importantes de Latinoamérica, en la versión Argentina de Lollapalooza, su actuación ha sido ampliamente alagada por los medios, y ayer pudimos corroborarlo.
Su calidad vocal es inequívocamente soberbia, y quedó reflejada en cada éxito que se fue sucediendo desde el inicio con “Tormento”, fue innecesario su esfuerzo en “Mi buen Amor” que fue prácticamente cantada en gran parte por el público en un momento realmente electrizante. “Amor Completo”, “Pornocracia”, “Otra Noche de llorar” o la lúdica “No te fumes mi mariguana” fueron cantadas por la masa, llegando a intancias ensordecedoras bajo el techo del Smart Fit Stage. Para el final deja reservada “Tu Falta de Querer” con un público enfervorizado que se negaba al retiro pidiendo una más, pero las reglas en Lollapalooza son claras y los tiempos valiosos, por lo que solo queda resignarse y tomar rumbo hacia la salida.
Mon Laferte puede provocar reticencias en algunos chilenos que no dudan en atacarla por sus posturas, pero está claro que a ella poco le importan esas opiniones, tiene la claridad de una artista integral, que ha sabido forjarse camino hacia un éxito que siempre soñó, ha tenido que sortear infinidad de obstáculos desde que era niña: Abusos, pobreza, maltratos, drogas, etc, pero ahí la tenemos, de pie, enfrentando el mundo, cantando al amor, al desamor, las tribulaciones que significa el ser mujer, etc. Su obra destaca en que no repite una fórmula, al contrario, cada disco que ha publicado tiene un sonido y vida propia, inspiración e identidad independiente cada uno del otro, vive en una constante metamorfósis.
Mon Laferte no es la misma chica que entró por un sueño a competir en un programa televisivo de talentos, tampoco la que grabó sus primeros discos de pop rock, ni la que formó parte de una banda de metal cuando daba sus primeros pasos en tierras aztecas. Ni siquiera es la misma que triunfó en su debut en el Festival de Viña del Mar el 2017, pero su espíritu está intacto, puede cambiar su look, su línea musical puede variar en distintos aspectos, pero en lo profundo sigue siendo la mujer artista que se la juega por su trabajo, y que en cada presentación, recibe el reconocimiento que se merece por parte de miles de seguidores que no la han dejado sola, la aprecian, admiran, y conectan con sus canciones que logran llegar al corazón de miles de seguidores que se multiplican más allá de nuestras fronteras.
