Artículos

METALLICA: Rememorando Chile 1993

Por Freddy Veliz Olea

Corría 1984, cuando en una visita a la recordada tienda Rock Shop, en esa época ubicada en un pequeño local en el subsuelo del Portal Lyon (después se trasladarían al edificio Las Terrazas, a un costado del Paseo Las Palmas), comienza a sonar un disco que cambiaría mi percepción de lo que era el metal, veloces riffs de guitarra con una base de batería imparable llaman mi atención de inmediato. Acostumbrado al heavy metal y al hard rock de bandas como Iron Maiden, Judas Priest, Van Halen, AC/DC, Deep Purple, o Black Sabbath, lo que sonaba por esos parlantes era algo totalmente arrollador, lo más cercano que había oído a eso era Motörhead, así y todo, esto era totalmente distinto. Cuando pregunto al vendedor de quien se trataba, él me responde “es una banda nueva, se llaman  Metallica, este es el disco”, en sus manos sostenía una carátula roja con un martillo ensangrentado, Kill’ Em All se presentaba ante mis ojos y sentí la obligación de comenzar a seguir a esta agrupación que rompía todo paradigma del heavy metal en esa época. De ahí fui descubriendo y buscando lo más extremo y veloz que se engendraba en esos años, Slayer, Exodus, Venom, Anthrax, Celtic Frost, Sodom, Voivod, Kreator, eran parte de ese sonido que revolucionaba la historia del metal.

 Metallica fue la banda que dio el puntapié inicial del thrash metal, de ahí nos nutrimos con Ride the Lightning y la obra maestra Master of Puppets, sufrimos la prematura y trágica muerte de Cliff Burton, y recibíamos la presentación en sociedad de Jason Newsted con ‘The $5.98 E.P.: Garage Days Re-Revisited’ para luego impresionarnos de la evolución progresiva en ‘And Justice For All’. Los nativos de Los Ángeles, hasta ese momento eran mi banda de cabecera dentro del metal, lideraban indiscutiblemente el movimiento y su carrera se empinaba cada vez más hacia el estrellato mundial con “One”, que rompía las normas autoimpuestas por Hetfield y compañía para editarse en el primer videoclip del conjunto, siendo rotado por Mtv y la gran mayoría de programas de música alrededor del orbe. El underground comenzaba a quedar atrás, y nosotros en Chile soñábamos con alguna vez, verlos en un show en vivo por este lado del planeta. Lo que a fines de los 80’ era prácticamente una utopía, en dictadura nadie nos quería visitar, y más complejo incluso se tornaba el sueño tratándose de bandas de metal de esa envergadura.

Pinochet perdía el plebiscito en octubre del 88’ y llegaba la tan esperada democracia. La apertura al mundo del espectáculo se inauguraba con la venida de Rod Stewart, muy alejado de mis gustos personales por esos días, pero abría esperanzas para poder ver a  nuestras bandas favoritas. En 1991 Metallica publica su quinto álbum de estudio, de título homónimo, pero conocido como Black Album, nos trajo a un cuarteto que entraba en las ligas mayores de la industria. Producido por el afamado Bob Rock que había trabajado con bandas antagónicas como Bon Jovi o Mötley Crüe, el disco fue cuestionado por los fans más duros, pero llegó a ser el verdadero causante del éxito y el reconocimiento mundial de una banda que estaba para cosas grandes.

En 1993 ocurre lo impensado, Metallica anuncia tour sudamericano y Chile está dentro del itinerario. La banda que había reinventado el metal en los 80s, los que causaron un vuelco musical en los que vivimos la época, pisaría suelo chileno. Un sueño que se haría realidad en el Velódromo del Estadio Nacional el 4 de mayo de ese año.

8 mil pesos el valor de la entrada, que equivale en la actualidad a cerca de $ 20.000, valor impensado de un concierto de esa magnitud en estos tiempos. La mayor parte de los seguidores de la banda comprendían un rango etario que no superaba los 30 años, generacionalmente los seguidores de Metallica eran estudiantes de educación media o superior, por lo tanto tampoco era tarea fácil comprar un ticket. Había que ingeniárselas para juntar el dinero vendiendo cualquier artilugio, quedándose con el vuelto si te mandaban de compras, sacarle la cola al dinero que tus padres te pasaban para la adquisición de materiales de estudio, o directamente acudir a ellos para que te solventaran el gasto, pero a Metallica no había que perdérselo.

Días antes del concierto las lluvias inundaban Santiago en uno de los temporales más complejos de la década, los rayos que se veían hacia la cordillera servían como un recordatorio de que los cuatro jinetes autores de Ride the Lightning estaban cerca. Llegó la fecha del tan esperado encuentro y la incertidumbre se adueña de todos los que nos aprestábamos a partir al estadio, cerca de las 10:00 AM  un aluvión desde la Quebrada de Macul provoca la inundación del canal San Carlos, De Ramón, Las Perdices y el Zanjón de la Aguada arrasando con viviendas cercanas, dejando heridos, damnificados y muertos. Todos los medios de prensa se abocaron a cubrir la catástrofe, Santiago una vez más era víctima de los embates de la naturaleza, y todos los que teníamos la entrada en mano para uno de los conciertos de la vida, temíamos lo peor, era seguro que el concierto se cancelaba.

Pasaron las horas y no había anuncio de cancelación, la adrenalina se apoderaba de cada uno de los metaleros que salían de sus casas hacia Pedro de Valdivia, los bototos y jeans se cubrían de barro, y mientras nos acercábamos al recinto, un ambiente apocalíptico cubría la capital, el polvo y el lodo se esparcía por las calles aledañas al estadio, el cielo amenazaba con oscuras nubes que en cualquier momento podían dilatarse para continuar la lluvia. Todo estaba concebido para que el debut en Chile de los pioneros del thrash metal fuese aún más especial.

Una vez dentro del Velódromo, el mismo que tres años más tarde fuese testigo de otro sueño con AC/DC, en su único show por Chile hasta la fecha, las poleras negras y chaquetas de mezclilla copaban cada rincón, que una vez las luces se apagan, se escucha por primera vez en nuestro país, la famosa obra de Ennio Morriconne The Ecstasy of Gold, como intro de un concierto de metal. Era la señal inequívoca que Hetfield, Ulrich, Hammett y Newsted se apoderarían del escenario. Todos querían estar cerca, por lo tanto los empujones y la lucha por ver a poca distancia a los adoptados por la ciudad de San Francisco era difícil, la baja temperatura pasaba al olvido, y comenzábamos a sentir el sudor bajo nuestras prendas negras. Comienza “Enter Sandman” y el público se rinde y recibe con una gran euforia a la banda, el corte en sí, era todo un hit a esas alturas, que por un lado no era muy bien visto por los fundamentalistas, pero daba lo mismo, había que celebrarlo igual, luego de esta entrada, Hetfield nos anuncia “Creeping Death” y la ovación se duplicó entre los fanáticos que esperaban clásicos. Por esos años no había demasiado acceso a conocer los setlist de antemano, no teníamos internet, por lo tanto tampoco el spoiler de Setlist Fm, así es que para la gran mayoría todo llegaba de sorpresa.

Siempre corría el rumor de que Metallica no sonaba bien en vivo, en los caseros videos de shows a los que uno tenía acceso, se podía apreciar esa falencia de la banda, y su debut en Chile, lo confirmó. El sonido nunca logró un nivel adecuado, pero aun tengo la sensación, de que eso le dio otro cariz, pudimos ver una agrupación que mantenía un espíritu de características underground, el sonido sucio de las guitarras, la libertad para extender canciones en distorsionadas jam session, la poca afinación en la voz de James Hetfield, eran parte de un sello que aun agradezco, porque era una banda totalmente humana, sin la parafernalia actual.  Ulrich, al contrario de lo que actualmente muchos vemos en él, derrochaba una energía y un talento tras la batería que por momentos se robaba la atención, el sonido de los bombos atravesaban el muro de cuerpos para hacer vibrar nuestras entrañas, era realmente explosivo, la arremetida en “One” fue potentísima e inolvidable.

Una lista de canciones que se repartía entre sus cinco discos a la fecha, centrados obviamente en Black Album: “The Unforgiven”, “Sad But True”, “Nothing Else Matter”, “Through the Never”, etc. daban cuenta de este punto de inflexión en la carrera de Metallica, que luego serían mundialmente cuestionados con sus álbumes posteriores, un giro que el movimiento metalero más fiel a las raíces no ha aceptado hasta el día de hoy. Metallica en ese entonces aún era una agrupación cuya imagen se mantenía apegada a su primera etapa, con la salvedad de que llegaban en un momento culminante de su carrera con un disco que le abría puertas hacia otros mercados.

Clásicos como “For Whom the Bells Tolls”, “Harvester of Sorrow”, “Fade to Black”, “Master of Puppets”, una extendida version de “Seek and Destroy” o la potente “Battery” fueron por supuesto los cortes recibidos con mayor ovación, además la banda agregó en su set la versión de “Last Caress” de Misfits, incluída en el Ep ‘The $5.98…’ y “Stone Cold Crazy” de Queen, clásico que el cuarteto interpretara un par de años antes en el tributo a Freddie Mercury. Guiños a Led Zeppelin, Alice in Chains, Lenny Kravitz, un extracto de “Marcha Fúnebre de una marioneta” de Charles Gounod a cargo de Hammett quedaron en el recuerdo de una noche memorable, como también los coros guturales y la actitud punzante de Jason Newsted que sorprendió con un look calvo, su histrionismo quedó plasmado en un show que lo destacó como un músico infranqueable y carismático, su aullido a la luna que se asomaba entre las nubes en “Of Wolf and Man” son detalles que aun afloran en mi memoria, así como el posterior homenaje a Hendrix con “Third Stone From the Sun” por parte de Kirk. Metallica nos muestra una amplitud musical que de alguna forma explica su ambición por evolucionar y desmarcarse de lo genérico del metal, probablemente lo que vino con “Load” y “ReLoad” fue para muchos un camino equivocado, pero son señales de búsqueda y de intentar mantenerse bien posicionados en la industria, y para bien o para mal, lo lograron.

Tuvimos el privilegio de ver a Metallica en uno de los momentos más decidores de  su carrera, el primer paso para convertirse en una banda que se incorporaba al mainstream sin tapujos respecto a lo que ellos mismos disparaban en contra en sus inicios, el concierto fue grabado y posteriormente transmitido por Televisión Nacional de Chile, todo un hito, que actualmente se ve muy lejos de lograr en nuestro alicaído medio televisivo. Los años pasaron y regresaron en tres ocasiones (1999, 2010, 2014), desde el Black Album han editado 5 discos de estudio, Jason dejó la banda, ficharon a Robert Trujillo (Suicidal Tendencies, Infectious Groove, Ozzy Osbourne),  constantemente son puestos en el centro de las críticas y la nostalgia hacia los  primeros años de los más antiguos fans , pero algo está claro y es concluyente, Metallica puede dejar pasar varios años sin editar discos, pero siempre está presente en el inconsciente colectivo de metaleros que bajo duros cuestionamientos, mantienen la fe de una redención de estos cuatro jinetes con sus raíces más profundas.

Su reciente presentación junto a la diva pop Lady Gaga en la premiación de los Grammy causó un revuelo mundial a nivel de espectáculo, dividiendo sectores entre los puristas y los que aceptan esta etapa de la banda. Debemos de una vez por todas entender la posición de Metallica en la industria, ellos hace rato dejaron de pertenecer a un grupo selecto de metaleros para ampliar su música hacia la transversalidad, y si algo debemos destacar de esto, es que afortunadamente nunca han dejado atrás sus clásicos, que siempre están presentes en sus actuaciones en vivo, siendo por supuesto el gran deleite para sus más antiguos seguidores, entre los que se cuentan además los más duros detractores de la posición actual del conjunto.

En Abril próximo el cuarteto regresa a Chile, esta vez como parte del line-up del Festival Lollapalooza, no exentos de críticas por parte de los mismos de siempre, la agrupación norteamericana viene cargada con nuevo material, su álbum ‘Hardwired… to Self-Destruct’ publicado el año recién pasado, ha tenido opiniones divididas y bastante equilibradas, catalogado por muchos como lo mejor que han editado desde su homónimo del ‘91, Metallica sigue causando debates. Odiados y admirados es imposible bajarlos del podio. Puede ser producto de una buena estrategia de marketing, pero ellos se ganaron sin dudas un importante lugar en la historia del rock, un lugar que los ha convertido en una banda que cruza generaciones y que abarca un público amplio , ellos pertenecen al mundo, y presentarse en un festival como el creado por Perry Farrel no hace más que avalar esa condición de estrellas globales, lejos ya de esos primeros años donde la rebeldía adolescente los llevó a gritar contra el sistema y la gran industria, esa misma que mas tarde los acogió y que se entregaron con la madurez de la adultez y que en cierta medida los trajo a Chile por primera vez hace 24 años atrás, en uno de sus mejores momentos, cuando recién comenzaban a conquistar el mundo.

Salir de la versión móvil