Por Freddy véliz
Christian Vander, baterista, compositor y líder fundacional de los franceses Magma, logró hacer confluir en su inquietante obra, un camino profundamente espiritual y mágico. Su música no tiene parangón alguno, aunque en la historia se haya intentado buscarle un espacio en algún género como el progresivo o el Avant Garde, finalmente terminó creándose un estilo propio al cual se le bautizó como Zeuhl, que proviene del kobaïano, idioma igualmente creado por el autor. Zeuhl si lo traducimos al español, sería “música celestial”, señal de que la inspiración principal de Vander es la espiritualidad y esa capacidad de elevarnos hacia los confines del universo a través de sus sonidos, algo que se manifiesta cada vez nos enfrentamos a sus discos, donde nos propone una historia en común y nos lleva a distintos estados emocionales.
Vander es el tácito ejemplo de un creador íntegro, su música nace de su admiración por John Coltrane, y toda la espiritualidad detrás de su obra. Pero no se trata de continuar haciendo lo mismo que el influyente saxofonista, sino que a partir de su temprana muerte, crear algo totalmente distinto, inspirado en su figura y su enfoque compositivo, pero desafiando las tendencias de la época e inventar su propio estilo. Un desafío que pocos artistas han logrado concretar con certeza. En Magma podríamos vislumbrar ribetes cercanos a la obra de Stravinsky como del alemán Carl Orff y su popular Carmina Burana, pero tampoco son sonidos lejanos al rock progresivos, ni al jazz, el folclore, e incluso al metal. Todo confluye dentro de sí, sin pertenecer a ninguno en particular, por momentos podríamos sentir que estamos ante composiciones de música arcana, pero a la vez concluimos que es la música del futuro. Según el mismo Vander “Magma no es música rock, simplemente es música”.
Existe un sentido alienígena además, con una carga histórica de la humanidad y las consecuencias del daño que el hombre provoca en la tierra, y la utopía de la salvación colonizando lejanas galaxias.
En Magma la improvisación es sustancial, desde ahí surgen ideas que nacen por inercia de la mente de Vander, que busca como ir encajando la fonética de sus letras en los espacios que va dejando la música. Citando a Stella Vander, quien hace algunos años dio una entrevista para nuestro medio “La música de Magma, es como estar improvisando sobre la composición de lo que sientes. No está preestablecido”, en mi opinión, ahí está la clave de lo que hace de la banda francesa un conjunto especial y de culto, uno que al momento de oírlos por primera vez, te cautiva por su misterio, misticismo y un aura sideral que conmueve. Es imposible retraerse a esos coros sublimes, con elementos de oscuridad y destellos luminosos que nos invitan a un viaje en medio de los golpes intrincados que Vander propina a su instrumento, un juego de sonidos donde la designación de las letras en kobaïano se van entremezclando con el protagonismo del piano y las guitarras que aplican acordes precisos para la atmósfera que proponen.
La banda se prepara para regresar a nuestro país y abducirnos nuevamente en un viaje por su complejo pero cautivante universo, un pasaje directo a Kobaïa, la tierra prometida de Zébehn Straïn Dë Geustaah, el personaje que encarna Christian Vander para liderar la afrenta intergaláctica.
Si aún no te has acercado al mundo de Magma, no pierdas más tiempo y déjate cobijar por esta cofradía, si ya estás dentro, solo vuelve a revivir la odisea en vivo, Kobaïa te espera.
