23 de mayo 2018, Teatro Caupolicán
Nota: Freddy Véliz – Fotos: Álvaro Manríquez
Cinco visitas a nuestro país, ocho presentaciones en total. Desde el 2012 Steven Wilson, el gran mentor de Porcupine Tree, se ha ido convirtiendo en un constante huésped en Chile, y cada uno de sus actos conlleva una suerte de rito obligado para todos los amantes de lo progresivo y la vanguardia. El guitarrista, compositor y cantante se supera en cada show, concluyendo con el público rendido y extasiado con lo que provoca su obra. Esta vez llegó a Chile, en el marco de las celebraciones de los 10 años de Santiago Fusión, ciclo que nos ha traído los mejores actos de música vanguardista y fusión alternativa a nuestro país.
Puntualmente a las 21:00 horas, y frente a un Teatro Caupolicán copado al máximo, una seguidilla de imágenes se proyectan en el telón traslúcido, ubicado por delante del backline que espera por los músicos. Guerras, jóvenes, sacerdotes, mujeres, políticos, actores, etc., se van sucediendo acompañados por textos como Verdad, Desinformación, Muerte, Ego, Padre, Amenaza, conceptos que engloban la temática de su última obra. Cuando aparece la banda compuesta además por el inseparable Nick Beggs en bajo y stick; Craig Blundell en batería; Adam Holzman en teclado y Alex Hutchings en guitarra, el Teatro se viene abajo con una gran ovación. “To the Bone” tema que da título a su última placa y al tour actual, es la que da inicio a una maratónica jornada de tres horas, durante las cuales pudimos vivir en carne propia, lo transversal de la obra del británico, que entre críticas y elogios ha ido construyendo una carrera artística creciente, manteniéndose como uno de los músicos más contundentes de la nueva oleada progresiva iniciada en los noventa.
“Nowhere Now” continúa como parte de la revisión de To the Bone, al igual que “Pariah”, ese primer single que nos adelantó Wilson en su momento, y que cuenta con la colaboración en las voces de Ninet Tayeb, que si bien no estuvo presente físicamente, si lo estuvo su voz grabada, y su rostro sobre el telón, en una proyección que simulaba tridimensionalidad, transmutada a un momento de mucha emocionalidad.
Wilson ofreció una revisión prácticamente completa de su nuevo álbum, intercalado con cortes como “Home Invasion” o “The Creator Has a Mastertape”, este último extraído del álbum ‘In Absentia’ de Porcupine Tree, momento que indudablemente sería motivo de celebración para los fanáticos. El británico, que en noviembre del año pasado cumplió 50 años de edad, luce enérgico y distendido. Se da el tiempo de conversar y bromear con el público, muestra orgulloso su Fender Telecaster, citando a músicos como Bruce Springsteen, Syd Barret o Joe Strummer como históricos usuarios de ese instrumento, que nos informa es un modelo de 1963. Se veía bastante más comunicativo que en otras ocasiones, lo que influyó en la realización de un concierto cercano, de características íntimas, a pesar del gran aforo.
Por su lado, Nick Beggs ofrece un show aparte, el ex bajista de Kajagoogoo, se roba las miradas con su fantástica ejecución del stick, y el carisma que ya hemos conocido en sus anteriores visitas, así también el talento de Hutchings complementa a Wilson con solos de guitarra filosos y llenos de expresión. Luego de un intermedio de 15 minutos aproximadamente, nos azotan con una impecable y portentosa versión de “Arriving Somewhere but Not Here” de su histórica banda Porcupine Tree, quizás uno de los momentos más asombrosos de esta velada de celebración de la música, una celebración de los sonidos sin prejuicios, que se manifiesta con un giro extremo, cuando Wilson es sarcástico y bromea con los que criticaron su apuesta por el pop en “To the Bone”, nos intenta explicar que hay mal pop como el de Justin Bieber, y buen pop como Abba, Bee Gees o los más grandes The Beatles, antes de convertir el teatro en una discotheque con “Permanating”, quizás el single más controvertido de su carrera y de su última placa. La música es una sola, y eso Wilson lo tiene clarísimo.
Una experiencia sonora al borde de la perfección, Steven, como confeso audiófilo, se preocupa de los detalles al máximo, y la prueba queda firmada en el escenario, cada uno de los instrumentos sonando con la cuota justa, momentos de introspección, y otros de explosivas instancias, que nos hacen cabecear como si estuviésemos ante la más extrema de las bandas de metal, género que Wilson dice no ser muy amigo actualmente, pero que es inevitable no esté presente en su música. El show se va hilvanando de tal forma que todo está dispuesto para generar distintos placeres auditivos. “Song of I”, “Lazarus”, “The Same Asylum As Before” o “Sleep Togheter” elevan esta experiencia a highlights increíbles, que nos hacen perder la noción del tiempo, van casi tres horas y sentimos que han pasado raudas, podríamos continuar unas tres horas más y mantendríamos el mismo entusiasmo hipnótico de ser testigos de un espectáculo musical de calidad superior, con uno de los grandes genios que nos ha dado la música de este siglo.
Un nuevo encore, y el cantante toma posición en el centro con guitarra acústica y nos regala una sublime versión de “Blackfield” perteneciente a su proyecto del mismo nombre, antes de darnos las últimas estocadas con “Postcard”, “The Sound of Muzak” y “Song Unborn”.
Cada concierto de Steven Wilson genera muchas expectativas entre sus seguidores, las que han sido plenamente cumplidas e incluso superadas. Lo de ayer fue una magnífica expresión de arte, que más allá de lo musical integra disciplinas audiovisuales, la proyectada figura danzante femenina que simula un efecto holográfico en el telón frontal mientras la banda interpreta “Song of I”, sin dudas fue uno de los momentos visuales más impresionantes del concierto. Detalles que redondean un espectáculo perfecto, quizás el mejor que ha ofrecido el inglés en sus constantes visitas a nuestro país, un show que difícilmente podremos dejar en el olvido.
[gm album=944 module=photobox]