27 de mayo 2016 – Teatro Cariola
Review: Freddy Veliz | Fotos Claudio Poblete
THE WINERY DOGS, la super banda formada por Mike Portnoy en batería, Billy Sheehan en bajo y Richie Kotzen en voz y guitarra se dejó caer nuevamente en Chile, a dos años de su debut en el Teatro Nescafé de las Artes. Esta vez el excelso trío vino a presentarnos su segunda placa de estudio titulada Hot Streak, lanzada el recién pasado 2015.
De Providencia, esta vez nos trasladamos a calle San Diego, al legendario escenario del Teatro Cariola, que recibió a la triada con un aforo repleto que agotó con varios días de antelación los tickets. Como un plus, el conjunto llegó acompañado de un invitado ilustre, el destacado cantante Jeff Scott Soto, que por fin debutaría en Chile, luego de fallidos intentos anteriores por traerlo a esta larga y angosta faja de tierra. Jeff actualmente se encuentra abocado a su proyecto personal llamado simplemente S-O-T-O, y con esa agrupación rompería la mala racha con nuestro país, y vaya que cumplió con creces esa deuda.
Adelantándose veinte minutos de la hora estipulada, el ex vocalista de Yngwie Malmsteen sube al escenario con su banda en medio de una gran ovación como recibimiento, y rápidamente comienza a echarse al cautivo público en el bolsillo, cuando estallan los primeros riff de “Freakshow” y luego “Weight of the World”, cortes incluidos en Divak, segundo álbum de este proyecto, publicado recientemente. Claramente Jeff nos muestra una faceta más dura en su propuesta, que indiscutidamente sugiere un sonido que busca modernizarse en medio de la crudeza del hard rock. Con “The Fall” de su anterior placa Inside the Vertigo del 2015, es imposible no asociar el groove y algunos tintes industriales a la música de Rob Zombie. SOTO se desliga de su pasado de melodías más amigables, y se acompaña de una banda escogida con pinzas para cumplir con los objetivos. Cada uno de sus músicos aporta para que el show se desarrolle (pese a las tradicionales imperfecciones del sonido en el recinto) con una fiereza y onda que no deja tiempo de pensar en distraer los oídos con respecto a lo que sucede delante nuestro.
El bajista David Z (Joan Jett and the Blackhearts), se roba la atención con su fuerza interpretativa, sacando aplausos con sus constantes intervenciones, un aporte sustancial en el sonido de la banda de Jeff, que dedicó gran parte del set a revisar su discografía en solitario para abocarse hacia el final del concierto a desempolvar algo de su trayectoria en bandas como Talisman, interpretando cortes como “Tears in the Sky” y “I’ll be Waiting” e Yngwie Malmsteen con increíbles versiones de “I Am a Viking” y “I’ll See the Light Tonight”, donde la agrupación se lució con una impecable ejecución.
Una verdadera fiesta de rock and roll era lo que se vivía en el interior del recinto, y así lo entiende el frontman, que nos regala un pequeño medley de clásicos como “We’re not Gonna Take it” de Twisted Sister, “I Love it Loud” de Kiss, “Don’t Stop Believin’ ” de Journey (banda en la que tuvo un fugaz paso entre el 2006 y el 2007) y “We Will Rock You” de Queen, para despedirse de un público sorprendido por el potente show, con “Stand Up and Shout” de la banda ficticia Steel Dragon, creada para el film Rockstar, donde Scott Soto puso su voz para Izzi, el joven que cumple su sueño como vocalista de su banda predilecta.
Una apertura que dejó los ánimos ultra encendidos para lo que se venía en el show principal, que comenzaría a las 22:15 exactas, cuando baja el telón con el logo de THE WINERY DOGS, y bastó que Portnoy, Sheehan y Kotzen dieran sus primeros pasos sobre el escenario para que una ensordecedora ovación diera pie para que el trío comenzara, en un ambiente de plena celebración, con “Oblivion” a darnos una cátedra de virtuosismo, energía y pasión por lo primigenio y portentoso del rock.
La característica principal del conjunto conformado por esos tres monstruos instrumentistas, es el poder fundir sus talentos para explorar más allá de sus egos, y explayarlos en una máquina de grandes canciones. El público así lo siente y reacciona con cada corte que va pasando como una intensa masa sonora. “Captain Love”, “We are One”, la que da título al último disco “Hot Streak”, se van sucediendo sin pausa, y el hervidero caldeaba el ambiente de un recinto que falla no solo en su acústica, sino también en la casi nula circulación de aire, que termina siendo agobiante por algunos momentos.
Billy Sheehan es un motor desafiante a través de su técnica que no deja indiferente a nadie, al igual que Richie Kotzen, dueño de una versatilidad vocal que llena de matices yendo desde el hard rock al soul con una facilidad envidiable, complementada con el feeling con el que ejecuta su guitarra. De Mike Portnoy, no sé qué tanto más podemos hablar, su virtuosismo ha quedado plasmado en cada uno de sus proyectos, muchas veces criticado por sobre explotar sus cualidades, en The Winery Dogs, logra dejar a un lado su, a veces molesto protagonismo, poniéndose al servicio de lo que la música sugiere, él además hace de maestro de ceremonias dirigiéndose constantemente a la audiencia.
Una tonelada de riffs y estructuras a veces rayando el progresivo, pero sonando directos, como las viejas glorias del hard rock. Un set calculadamente escogido, donde los contrastes marcan pausas o dan rienda al acelerador en una propuesta que va madurando a pasos agigantados.
Una experiencia demoledora que quedará registrada en una próxima publicación audiovisual de la agrupación, que nuevamente nos pasó como una aplanadora monumental de intenso, virtuoso y crudo rock and roll.
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