Por Freddy Véliz | Fotos: Cristian Carrasco
La vuelta a los conciertos luego de dos años de silencio debido a los estragos de la pandemia del covid 19, ha sido intensa. Con shows multitudinarios, donde queda expuesta la importancia de vivir la música en vivo como una forma de liberar tensiones, y sanar nuestras mentes del stress cotidiano y de lo que significa tener una vida bajo niveles de incertidumbre que calan hondo.
Se observa en cada concierto que se agenda, un impulso inmediato por obtener tickets y hacerse parte de esta experiencia, independiente del estilo o popularidad del artista en cuestión.
Lo que pasó con la banda polaca de rock progresivo Riverside, es un fenómeno que posiblemente los organizadores no tenían contemplado en un inicio. La presentación en primera instancia, estaba programada para el Teatro Nescafé de las Artes, cuyo aforo no sobrepasa las 900 personas, luego se trasladó al Teatro Teletón, todo esto a comienzos del 2020, previo encierro por el coronavirus. Por razones obvias el esperado regreso de los polacos se canceló y debió postergarse, hasta llegar a la fecha definitiva, esta vez en el histórico Teatro Caupolicán, que los recibió este 13 de mayo a tablero vuelto, con un aforo bastante más amplio que los primeros recintos contemplados, lo que da cuenta del arrastre que actualmente tiene la agrupación dentro de un espectro musical de nicho, y de la necesidad de los amantes de la música por estar presentes en este regreso luego de siete años de su primera y única visita a nuestro país.
Desde temprano se pudo apreciar en las afueras del teatro ubicado en el barrio San Diego, largas filas esperando la apertura de puertas, para ingresar y apreciar el show de los nacionales Aisles (pronunciado Ails), que fueron los encargados de abrir los fuegos de una jornada de reencuentro con la música progresiva contemporánea.
Los chilenos con dos décadas de trayectoria en el cuerpo, tienen bastante experiencia para afrontar espectáculos de esta envergadura, y eso queda absolutamente de manifiesto con una sólida presentación, donde mostraron parte de su material nuevo que pronto debiera ver la luz en un largaduración, y que han ido adelantando con diversos singles, los cuales han servido también para fortalecer la formación junto a su nuevo vocalista, que se ha ido puliendo de gran forma desde su ingreso en plenos tiempos pandémicos. El uso de las luces y la calidad del sonido estuvieron a la altura de un concierto tan importante como este, abriendo a una de las bandas progresivas que se alza entre las más importantes del planeta en la actualidad. Una gran oportunidad también para mostrar su trabajo a un amplio público, que supo avalar la calidad de los nacionales despidiéndolos con merecidos aplausos desde los distintos sectores del recinto.
Riverside estuvo en Santiago el 2015, y bastante agua ha pasado bajo el puente en estos siete años, quizás la más significativa fue la dura experiencia de perder a su talentoso guitarrista Piotr “Grudzien” Grudznski en febrero del 2016. Un golpe que entristeció fuertemente a sus seguidores, y por supuesto a la banda misma, que decidió no parar y en un acto de resiliencia abordó su carrera en formato trío, además de sacar adelante el álbum Eye of the Soundscape, recopilatorio de antiguas piezas de la banda que estaban preparando, y que se convirtió en una obra póstuma de Grudzien, hasta publicar ‘Wasteland’ el 2018.
Con algunos minutos de retraso, la agrupación liderada por Mariusz Duda en el frente, sube al escenario para, intro mediante, comenzar a sumergirnos en “The Same River”, colosal pieza de su primer álbum ‘Out of Myself” del 2004. Desde ese extenso viaje de doce minutos, lo que se gesta en el interior del Teatro Caupolicán es una experiencia sonora y reflexiva apabullante. El dominio de las atmósferas y la sincronía de los músicos es perfecta. Duda, es un motor calibrado minuciosamente, que con el bajo impone un peso a la música sustancial para darle carácter, además de su voz manejando tesituras que varían entre las cadencias instrumentales, las que se balancean entre pasajes de introspección y certeros giros hacia riffs explosivos, con Piotr KozieradzkI potenciando con dinámicas síncopas tras la batería.
La rítmica punzante de #Addicted, con el bajo protagonista de Mariusz, es seguida con energía entusiasta del público, bajo destellantes colores provenientes de una iluminación muy bien diseñada, para crear el ambiente propicio que genere distintos estados emocionales, los que fueron avanzando desde la rockera “Rainbow Box”, cuyo pulso invita a mover las cabezas, como para un emotivo homenaje a Grudznski, con la belleza de “Towards the Blue Horizon”, canción compuesta por el cantante, en su momento, inspirado en la pérdida de un antiguo amigo, y que por las cosas de la vida, derivó su enfoque hacia la partida de su talentoso compañero de banda. Una inyección de sensibilidad que el conjunto maneja de forma magistral, y que envuelve su espectáculo en su totalidad.
Riverside, es heredero de un sonido proveniente de la influencia floydiana de bandas como Porcupine Tree y por ende de Steven Wilson, es ese camino de inspiración dramática del dolor como parte del ser humano, buscando hurgar en los rincones más inhóspitos y melancólicos de nuestras emociones, las que desarrollan en cada composición, y logran extrapolarlos en sus presentaciones en vivo, construyendo exquisitas atmósferas desde los teclados a cargo de Michal Lapaj y la sensible guitarra de Maciej Meller, quien se ha integrado a la banda supliendo al gran Grudzien, apoyando con una ejecución sobresaliente, rindiendo de manera soberbia y como merecen los arreglos legados por las manos y talento del fallecido músico.
Una jornada que incluyó cortes como “Story of a Dream”; “Escalator Shrine” destacando un guiño a Deep Purple con Black Night entre una portentosa jam, que pone en énfasis la clara influencia de Jon Lord en Lapaj; Time Traveller es el instante en que Duda es proveído de su guitarra acústica para entregarnos uno de los instantes íntimos de una noche hipnótica y que fluye hacia el final con piezas fenomenales como “Left Out”, el poder metálico de “Egoist Hedonist” y “Second Life Syndrome” bajando las revoluciones antes de irse al encore, regresando para dar la estocada con majestuosas interpretaciones de “We Got Used to Us” y “02 Panic Room”.
Un regreso que denota el crecimiento de los oriundos de Varsovia, tanto artísticamente como de popularidad en el mundo progresivo. Mariusz Duda logra entablar una gran conexión con el público, conformando un círculo de intimidad con más de 4.000 almas que quisieron ser testigos de un verdadero ceremonial de música y emociones por mil. Sin dudarlo, estuvimos frente a una banda que mantiene al progresivo en la alta esfera del espectáculo, sin necesidad de contar con mayores artilugios parafernálicos, compenetrados exclusivamente en lo que compete al arte musical propiamente tal. Finalmente un privilegio para los que respondieron al llamado de viajar por las más profundas emociones que la música te puede llevar.