Nota: Freddy Véliz Fotos : Andie Borie
Teatro Caupolicán, 18 de noviembre 2019, Santiago – Chile
Son pocas las leyendas vivas del rock que nos falta por tener en Chile, una de ellas saldó esa deuda ayer 18 de noviembre. Patti Smith, la mítica cantante y poeta del punk que irrumpió en el underground neoyorkino a comienzos de los setenta, por fin pisaba un escenario chileno, y lo hizo en un ambiente propicio e inimaginable, por la contingencia del país en estos momentos, acrecentando su mensaje que pudo contextualizarse perfecto en un Teatro Caupolicán repleto de público, que portaban banderas, pancartas y pañuelos verdes, alusivos a la crisis social imperante. Patti, la escritora, activista y madrina del punk, tuvo todo alineado para que su concierto fuese único y memorable.
Como punto de partida, la cantante y guitarrista chilena Colombina Parra tuvo la misión de abrir camino a la norteamericana, con quien ha tenido ciertos vínculos, al compartir por ejemplo, en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes 2011 a su padre, el fallecido antipoeta Nicanor Parra, ceremonia en la que Patti Smith estuvo presente.
Colombina nos entrega un compacto y certero show, lleno de atmósferas inquietantes y envolventes. Desde su guitarra brotan desde sutiles a filosos sonidos en cortes como Detrás del Vidrio, Fuccia Roja, Guau Guau , Jeep Negro, entre otros, dejando el ambiente propicio para recibir a Patti Smith.
Una ferviente fanaticada repletaba el teatro, cuando la banda de la norteamericana aparece entre las penumbras de iluminación tenue, la ovación es instantánea y explota de forma abismal cuando la figura de Patti Smith se ubica tras el micrófono, e inmediatamente comienzan a sonar las primeras notas del clásico perteneciente al álbum Wave de 1979, “Dancing Barefoot”, logrando magnetizar a un público participativo y que no perdió un ápice de conexión, no podía ser de otra forma, cuando de inmediato nos vemos envueltos en las melodías de “Redondo Beach” del imprescindible ‘Horses’ de 1975.
Es admirable la energía y desplante de Patti Smith, pronta a cumplir 73 años de edad, no ha perdido actitud ni menos fuerza vocal. Su posición como activista está siempre presente en su música y en su discurso. “Esta canción es por la unidad”, “Unidad por Chile, unidad por todo el jodido mundo” son parte del mensaje que introduce “Ghost Dance” del mítico Easter de 1978. La maciza dupla que conforma con su inseparable compañero el guitarrista Lenny Kaye es infranqueable, y los años sobre el escenario se reflejan en la complicidad innata que surge en cada canción que nos presentan, se turnan cantando, imponiendo coros que quedan impregnados en nuestros oídos y contagian a seguir con nuestras voces.
Cada espacio entre canciones es aprovechado por el público para gritar consignas, “¡El que no salta es paco!” “¡No a la Impunidad!”, “El Pueblo Unido jamás será vencido!” “¡Chile despertó!”, resuenan en el recinto. Smith observa y prosigue con su concierto, donde van fluyendo piezas como “My Blakean Year” dedicada a todos los trabajadores,o el imponente cover de “Beds are Burning” original de los australianos Midnight Oil, que Patti Smith introduce apelando a los incendios del Amazonas, Australia y California agregando que “Somos las personas que debemos salvar el mundo, salvar el agua, salvar la vida, salvar a los niños”. Su discurso se siente tan honesto y del alma que estremece cada vez que se comunica con el aforo.
La empatía con nuestro país se sigue manifestando y dedica la acústica “Beneath the Southern Cross” a los oprimidos y los que han perdido sus ojos, simplemente una interpretación maravillosa que cobra tanto sentido en estos dolorosos tiempos para nuestro pueblo.
“Free Money” antecede el momento en que Patti se retira del escenario dejando solo a su banda, quienes nos entregan sendas versiones de “I’m Free” de The Rolling Stones, unida a “Take a Walk on the Wild Side” de Lou Reed, antes de proseguir con la cantante de vuelta, acompañada solo de Tony Shanahan en el teclado, que nos regala una versión de “After de Gold Rush” de Neil Young, el público eleva las linternas de sus celulares que logran un emocionante momento, de Smith se escapa una palabra para describirlo “Hermoso, Beautiful”, de inmediato nos sumerge en “Pissing in a River” para después dirigirse a sus fanáticos y anuncia que la próxima está dedicada al amor, interpretando la que sin dudas es su mayor hit comercial, el clásico “Because the Night” que es celebrado y coreado como era de esperar, el público en plena exaltación, estalla con la incombustible y enérgica versión de “Gloria:In Excelsis Deo” cuya segunda parte es una versión del tema original de Van Morrison. La manifestación del público entre saltos y una ensordecedora ovación antecede a “People have the Power” un verdadero himno, que nos hizo absorber toda su fuerza en momentos históricos que vivimos como país, donde la gente se ha hecho sentir en cada rincón de Chile, y la satisfacción de tener a Patti Smith justamente en este contexto, solo lo podemos entender como un gran regalo proveniente de alguna alineación planetaria.
La banda se retiró, y según el set, este era el final, cuando ya nos resignábamos a la despedida, el conjunto reaparece para obsequiarnos una explosiva versión de “My Generation” de The Who, un sublime final, a tono con una generación que se ha atrevido a gritar su descontento, un verdadero homenaje a nuestros jóvenes, de una mujer cuyo grito de lucha se hizo palpable en una noche difícil de olvidar, un concierto que no necesitó de gran aparataje escenográfico, ni de pirotecnia efectista, solo de Patti, su banda y un público que se hizo protagonista, llegando a emocionar visiblemente a una de esas artistas, que siendo mujeres, destacaron en un mundo y época donde las dificultades para ellas eran mucho más complejas de sortear. No sabemos si alguna vez la tendremos de vuelta, por lo tanto fue una experiencia que atesoraremos como uno de las más potentes y significativas que hayamos tenido por estos lados.
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