4 de octubre 2016 | Teatro Nescafé de las Artes
Nota: Freddy Veliz | Fotos: Claudio Poblete
Cuando se anunciaba la visita de la nipona Hiromi Uehara junto a The Trio Project, lo que más expectativas creó en el público objetivo chileno, fue que grandes músicos como el contrabajista Anthony Jackson y el baterista Simon Phillips eran parte del proyecto. Músicos que aseguraban, más que la misma protagonista, una alta convocatoria. Las dudas se presentaron cuando un par de semanas antes del show, se anuncia que por problemas graves de salud por parte de Jackson, y complicaciones de una enfermedad digestiva de Phillips, el alabado The Trio Project cancelaba sus shows en Sudamérica, pero que la japonesa cumpliría con su compromiso a través de su propuesta en solitario, extendiendo hacia este lado del mundo el llamado The Solo Tour 2016, un balde de agua fría para los que veían en la dupla Jackson-Phillips el gancho para asistir al concierto, pero se abría la posibilidad de apreciar en pleno el talento de Hiromi que tanto ruido ha hecho en las esferas del jazz proveniente desde la tierra del sol naciente.
La pianista desde su debut discográfico el 2003, ha sido reconocida con el Japan Annual Gold Disc Awards, y se ha posicionado como una de las artistas más importantes del género en Japón, traspasando las fronteras hacia occidente y colaborando con importantes leyendas del jazz como Chick Corea o Stanley Clarke. El virtuosismo con el que ejecuta su instrumento ha impresionado a gran parte del orbe, y por fin la tendríamos en un escenario chileno.
A las 21:00 horas y cuando el solitario piano de cola lucía iluminado en el centro del escenario, la pequeña y delicada figura de Hiromi aparece en medio de los aplausos del público que llegó a repletar el Nescafé de las Artes. Desde que toma posición en el sillín, y sus manos se posan sobre las teclas para ir expeliendo notas, el ambiente se imbuye en una ola de musicalidad que inunda cada rincón. Hiromi logra la atención con una técnica exquisita, donde la velocidad se funde con pasajes calmos y emocionales. Ella logra interactuar con la audiencia con su semblante, que acusa algo de nerviosismo pero que paulatinamente va mutando hacia un relajo que la hace sonreír. Con la ayuda de un torpedo se dirige en español con voz de niña que no acusa sus 37 años de edad: “Estoy muy feliz de estar en Chile por primera vez, muchas gracias por estar aquí esta noche a pesar de los cambios del programa” agregando “aprecio la oportunidad que me dieron para mostrar mi trabajo junto a mi mejor amigo”, refiriéndose al piano por su puesto. Palabras que se escucharon con emoción y demostraron el nivel de humildad de una artista excepcional.
Con mucho sentido del humor sacó sonrisas cuando suena un celular desde el público y lo imita con un par de notas del piano, rompiendo la tensión provocada por un sector molesto de los asistentes con la interrupción del incauto que olvidó silenciar su dispositivo, humor que se refleja en varios pasajes de su música que se expande mucho más allá del jazz, dejando que los sonidos se liberen de cualquier encasillamiento, de intrincadas estructuras de pronto hay espacio para ritmos que nos acercan a lo amigable del rock&roll, o a la reposada introspección de una balada. Guiños a Scott Joplin o su aplaudida versión de “Canon in D” del compositor alemán Johann Pachebel, que Hiromi ejecuta tocando las cuerdas del piano, emulando el sonido del clavecín, van guiándonos por un cuadro expresionista de sonoridades que asombran y nos retraen en distintos estados emocionales.
Un set basado principalmente en “Place To Be”, su última placa de estudio como solista, editado el año 2009, fue el que nos vino a ofrecer, donde la suite “Viva Las Vegas!”, comprendida en tres movimientos: Show City, Show Girl – Daytime in Las Vegas – The Gambler, representa a cabalidad la propuesta ecléctica de la prodigio japonesa, que una vez retirada del escenario, debe regresar ante el pedido de la fanaticada que ovaciona el encoré con “Place to Be”. Era el final de una noche que sin dudas Hiromi atesorará en su memoria tanto como nosotros, demostrándose emocionada se despide, pero el público se negó a la retirada y la angelical pianista regresa para explayarse por última vez en velocidad y virtuosismo con un extracto de su versión para “I’ve Got Rhythm” de George Gershwin.
Una velada que sentimos breve, pero que en la realidad bordeó las dos horas de show, donde pudimos ser testigos de la versatilidad de una artista de excepción, cuya pasión y control frente al instrumento está a la vista, donde la improvisación es su mayor cómplice en una propuesta llena de virtuosismo, carisma y sensibilidad, con una capacidad única para sin mayores recursos que solo ella y su instrumento, sumirnos en su inquietante aventura musical.
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