Por Freddy Véliz – Fotos Andie Borie
El nombre de Emir Kusturica, lo asociamos directamente a su obra cinematográfica, pero también a la cultura balcánica. Raíces que el director y músico serbio se ha encargado de esparcir por el mundo, a través de sus películas y con sus compañeros de banda, la No Smoking Orchestra. Y es en este contexto que Kusturica nos visitó por sexta vez, cuarta realizada en el histórico Teatro Caupolicán . El conjunto dirigido por el también cineasta, llegó como parte de su gira de despedida de los escenarios, por lo que estar ahí, lo hacía un imperdible.
Para acompañar esta velada, que se venía carnavalesca, los invitados para abrir el show, fue el conjunto nacional Balkandino, liderado por Rodrigo Latorre (ex La Mano Ajena –Mosquitas Muertas), quien ha hecho de su carrera una exploración constante de la música proveniente de Europa Oriental conjugándola con nuestro folclore, el rock, reggae, ska o el jazz. Con Balkandino, esencialmente las influencias provienen, tal como lo compone su nombre, de sonidos balcánicos, y la música de los pueblos andinos. Una brass band (banda de vientos) que reúne a una quincena de músicos sobre el escenario, construyendo un verdadero carnaval multicultural. Con un álbum recién salido bajo el brazo, la agrupación cautiva al público que responde con bailes, saltos y ovación por la calidad interpretativa que se desprende desde el escenario. Un número perfecto para esperar al plato de fondo. La fiesta ya estaba armada, y que mejor que rememorando a La Mano Ajena, con un final explosivo interpretando Spaguetti Klezmer, frente a un público extasiado que terminó pidiendo una más, pero los tiempos no lo permiten, por lo tanto dejan el escenario con un sabor a triunfo por el gran recibimiento de los presentes.
Siendo las 21:20 horas, llega el turno del plato fuerte de la jornada, y el público ansioso espera que sea una noche de fiesta como las que acostumbra Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra, y no se equivoca porque desde que inician con “Tarentella” el teatro comienza a venirse abajo al mando del conjunto multicultural, que uniendo cada canción del set con la afamada “Pink Panther” de Henry Mancini, mientras Kusturica las introduce con un breve diálogo, va desarrollándose casi sin pausas.
La versatilidad de los músicos, que nos entregan un vertiginoso viaje por la carrera de Kusturica y sonidos gitanos, húngaros, turcos, árabes, etc., contagia hasta al mas parco de los presentes. Es imposible no dejarse llevar por los ritmos y energía que componenda esa música que no sabe de fronteras. Basados principalmente en la última placa lanzada a la fecha y titulada “Corps Diplomatique”(2018) con “Life is a Miracle” van encendiendo los ánimos de un público, transversal en el rango etario, y ávido de empaparse de un espectáculo que vio un teatro copado casi al máximo de su capacidad.
La propuesta de la banda es un cruce de música de raíz balcánica, con el rock, el punk, funk, jazz, ska, etc., con resultados de alguna manera anárquicos, lo que ha hecho que la agrupación tenga llegada con un público amplio. De hecho el arte de la carátula de “Corps Diplomatique” es una imagen con los miembros de la banda vestidos de mexicanos, lo que realza aún más su imagen de músicos del mundo.
Sin respiro alguno, nos embetunan de aires gitanos y festividad, en una juerga que tiene uno de sus máximos climax con “Cerveza”, canción en español que es una oda al brebaje líder para refrescar y embriagar a la vez, se fueron armando una mezcla de bailes y pogos en la cancha del recinto que convertían el teatro en un carnaval, incluso con cerveza lanzada a los aires por los enfervorizados fanáticos que se enfrentaban en choques de hombros y saltos coreando este corte incluido en el último álbum de estudio.
“Fuck You MTV”; la exitosa “Unza Unza Time”, “Comandante”, “Mila Gora” o el homenaje a Maradona “La Mano de Dios” perteneciente al argentino Rodrigo Bueno y que instó a la audiencia a corear el nombre del fallecido ídolo argentino, crearon momentos explosivos en un público que demostró conocer perfectamente la música del serbio. La banda bajó del escenario y recorrió el sector cancha entre el público, en plena interpretación de “Tito Puente”, generando la locura de los presentes que seguían con sus celulares los pasos de los músicos.
Cuando suenan los primeros acordes de “Bubamara”, extraída del film “Gato negro, Gato Blanco”, se formó un gran círculo para bailar un sirtaki, que finalmente se convirtió en un frenético mosh de los más jóvenes, y otros no tanto, pero que se contagiaron de la catársis que se vivía en el momento, sin duda uno de los más calientes del show, que tuvo además de Emir, a su violinista mexicano como máxima estrella, que emocionó con sus Czardas y virtuosismo, transformándose en la base del sonido de la banda compuesta por músicos europeos y latinos, todos virtuosos y cómplices de la locura del realizador de films tan emblemáticos como “Tiempo de Gitanos” o “Underground”.
La fiesta termina con dos bis, “Cerveza” y “Comandante” se repiten el plato con un teatro colmado, que se emocionó, bailó, cantó y despidió con una merecida ovación a un artista multifacético, que ha logrado unir culturas tan distantes, pero que se conectan a la vez. Porque la música tiene ese poder de enlazar a los pueblos y Kusturica con la No Smoking Orchestra lo logran a destajo, dejando un sabor festivo, pero a la vez de cierta melancolía, al saber que no volverán más, al menos en el corto o mediano plazo, porque de estas despedidas, siempre queda la esperanza de una posible reunión futura, ejemplos son cientos en la cultura del rock.
