La inteligencia artificial (IA) ha emergido como una fuerza transformadora en la industria musical contemporánea, influyendo en la creación, distribución y consumo de música. Esta revolución tecnológica ofrece oportunidades sin precedentes, pero también plantea desafíos significativos para los músicos y la integridad artística.
Esta tecnología que a muchos también aterra, ha avanzado hasta el punto de poder generar composiciones musicales completas. Algoritmos entrenados en vastas bases de datos de música pueden producir piezas en diversos estilos y géneros, desde música clásica hasta pop y jazz. Estas herramientas permiten a los creadores experimentar y explorar nuevas direcciones artísticas, facilitando procesos como la composición, la mezcla y la masterización.
Sin embargo, esta capacidad plantea preguntas sobre la autenticidad y la originalidad en la música. Aunque la IA puede emular estilos existentes, carece de la experiencia humana y la emotividad que caracterizan a las obras maestras musicales. Un artículo en la revista The Atlantic destaca que, aunque la IA puede seguir indicaciones para crear música, no puede replicar la artesanía humana detrás de la creación musical. Los músicos han expresado su preocupación de que la música generada por inteligencia artificial pueda devaluar su trabajo y afectar la compensación justa.

La periodista y crítica musical estadounidense, Liz Pelly, ha investigado profundamente el impacto de la IA y las prácticas de las plataformas de streaming en la industria musical. En su libro “Mood Machine: The Rise of Spotify and the Costs of the Perfect Playlist”, Pelly examina cómo Spotify ha incorporado música producida por “artistas fantasma” en sus listas de reproducción.
Estos “artistas fantasma” son perfiles que, aunque aparentan ser músicos reales, en realidad son creaciones de la plataforma o de terceros, y sus canciones son generadas por IA o por compositores contratados. Según la investigación de Pelly, aproximadamente 20 compositores están detrás de más de 500 “artistas fantasma”, cuyas miles de pistas en géneros como música ambiental, clásica y lo-fi hip-hop han acumulado millones de reproducciones en la plataforma. Esta práctica, conocida internamente en Spotify como “Perfect Fit Content” (PFC), tiene como objetivo reducir los costos de regalías al llenar listas de reproducción populares con música de producción económica.
Esta estrategia ha generado controversia, ya que muchos argumentan que devalúa la música y perjudica a los artistas independientes, quienes dependen de las regalías para su sustento. Al inundar las listas de reproducción con contenido generado por IA o por compositores anónimos, se reduce la visibilidad y las oportunidades de ingresos para los músicos genuinos. Lamentablemente hasta el momento la incorporación de la IA en la sociedad humana mundial en sí, nos ha tenido a varios tomando en serio lo que alguna vez se pensó como una fantasía distópica, al parecer ahora vendría a ser un futuro cercano. La presencia de la Inteligencia Artificial en el área laboral ha sido significativa, el reemplazo de la mano de obra humana por las labores de origen artificial han ido en aumento no solo en la automatización o el sector tecnológico, pues industrias como la música también an sufrido su impacto. La proliferación de música generada por IA y la inclusión de “artistas fantasma” en las plataformas de streaming tienen varias implicaciones para los músicos, además de un gran impacto negativo en la industria musical.

Es sin lugar a dudas una herramienta que favorece a la competencia desleal, pues oos músicos humanos compiten con contenido generado por IA que puede ser producido y distribuido a gran escala y a bajo costo. Es un contexto de mercado completamente desproporcionado y desventajoso para la creación de origen humano.
Toda esta nueva realidad a la que se ven enfrentados los y las artistas, genera y plantea la urgencia de tomar consciencia de este nuevo desafío que nos propone el avance tecnológico. En el plano de lo económico es importante prever la reducción de ingresos, pues al reemplazar canciones de artistas reales con música de “artistas fantasma”, las plataformas pueden disminuir los pagos de regalías, afectando negativamente los porcentajes de monetización de los músicos.
Por otra parte, aumenta la pérdida de visibilidad de las listas de reproducción, éstas que son una herramienta clave para el descubrimiento de música. La inclusión de contenido generado por IA estaría ya comenzando a desplazar a los artistas emergentes y limitar su exposición al público. Y en cuestiones de autenticidad, la creciente presencia de música generada por IA plantea preguntas sobre la autenticidad y el valor artístico, -tomando además en consideración que la música es una forma de expresión humana que transmite emociones y experiencias-, el rol protagónico de la interpretación y elaboración estarían obsoletos, si nos planteamos un futuro de solo “creaciones” por métodos artificiales.
Es importante reconocer que a pesar de todo lo negativo, aun así la integración de la IA en la música ofrece oportunidades emocionantes para la innovación y la creatividad. Sin embargo, es crucial abordar los desafíos éticos y económicos que surgen de su uso sin regular. La industria musical debe encontrar un equilibrio que permita aprovechar las ventajas de la tecnología sin comprometer la integridad artística ni perjudicar a los músicos que dedican sus vidas a la creación musical. Existe un nuevo desafío también para los y las artistas musicales, que comiencen a intruirse al respecto, estamos en pañales en materia legal de cómo lidiar con la IA en los derechos de autoría, capacidad intelectual y mercado.
El que hoy se hable de esta nueva “problemática”, en artículos como estos o investigaciones como la de Liz Pelly destaca la necesidad de una mayor transparencia y equidad en las prácticas de las plataformas de streaming, además de la urgencia de exponer estas situaciones que estaban hasta hace un tiempo pasando desapercibidas. Es esencial exigir que las plataformas como Spotify, reconozcan el valor de los artistas, además del respeto hacia el publico que no accedió a la exposición de creaciones de origen artificial y también, como ya es una realidad, mejor aseguren que las innovaciones tecnológicas beneficien a todos los involucrados en la creación, distribución y disfrute de la música.
