Por Freddy Véliz | Fotos: Andie Borie
Ocho años tuvieron que pasar para que La Aplanadora volviera a pisar suelo chileno. El insigne trío argentino Divididos, está en una etapa de consagración plena, con más de treinta años en el ruedo y una elogiada discografía, desde donde pueden sorprender con un abultado catálogo de himnos que han sido parte de la banda sonora de varias generaciones.
El anuncio de su visita a Chile, con un concierto agendado por primera vez en el Teatro Caupolicán, sorprendió a los fanáticos, que esperaban con ansias este regreso, en especial luego de estos dos nefastos últimos años para los eventos musicales, logrando así agotar las entradas, previéndose una fiesta de proporciones.
Como plato de entrada, dos agrupaciones chilenas tuvieron la importante responsabilidad de ir calentando motores. Y al contrario de lo que muchos pudiesen haber esperado, no eran precisamente bandas ligadas al rock, sino que a propuestas conectadas directamente con la música de raíz folclórica latinoamericana, algo que tampoco se distancia totalmente de la visita principal, puesto que la agrupación conformada por Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella se nutren también de esas raíces.
A las 19:30 horas el trío femenino Laia sube al escenario, frente a un reducido público que recién iba haciendo ingreso al recinto, acompañadas de un contrabajista, un guitarrista y un percusionista con cajón peruano, la banda demostró un buen desplante en el escenario, con un gran trabajo de armonías vocales y un manejo de variadas influencias musicales provenientes de nuestra Latinoamérica profunda, fueron recibidas con un merecido respeto, siendo reconocidas con los aplausos de los que temprano se ubicaron en las primeras filas frente al escenario.
A las 20:00 horas fue el turno de Aticoy, agrupación con ocho años de trayectoria, que cultivan un pop con fuerte raíz folclórica. El conjunto liderado por la cantante Natalie Orellana demostró su expertise en el escenario, ellos han tenido la posibilidad de compartir con grandes nombres como Eva Ayllón, Congreso, Banda Conmoción, José Luis Perales, entre otros. Destaca el complemento vocal de Natalie con su compañero, el guitarrista Javier Chávez, los dos con coloridas tesituras que marcan el sello de la banda, quienes se lucen moviéndose desde el pop hacia la ranchera, los boleros o la samba argentina sin problemas, ganándose los aplausos de la multitud que ya comenzaba a ocupar cada rincón del Teatro Caupolicán.
Siendo pasadas las 21:00 horas, mientras el público impaciente coreaba distintas arengas, al fin se apagan las luces, y aparece en el escenario el trío trasandino en medio de una bulliciosa ovación, que sorprendió de golpe a Mollo y compañía, quienes miraban atónitos y con cierta incredulidad el voraz recibimiento del público chileno.
Sin mediar pausa, los argentos atacan con fuerza sobre las 4.500 almas que repletaban el teatro, iniciando con “Cabalgata Deportiva”, canción estrenada casi a fines del 2020, en plena pandemia, y que fue recibida como si fuese un legendario clásico. Los saltos y la alegría de volver a estar frente a ‘La Aplanadora’ quedaban al descubierto ante el fervor del público. Desde ahí en adelante, el clímax fue constante, y los rostros de los músicos acusaban el impacto de ver como esa conexión con sus fans no se ha apagado, sino al contrario, está más en llamas que nunca. Lo que se vivía fue un verdadero carnaval con una de las agrupaciones más importantes de las últimas tres décadas, no tan solo en Argentina, sino que a nivel latinoamericano, de eso no hay dudas.
Cortes como “Tanto Anteojo” o el cover “Tengo”, original de Sandro, fueron testigos del alborotado pogo que se formó en medio de la cancha, construyendo una postal apocalíptica desde del fondo. El público enfervorizado fue impulsado a arengar y cantar desgarrando gargantas constantemente. “Salir a Asustar”, una fusión de “Azulejo/ Camarón Bombay”, “Sábado” o la incombustible y no siempre bien ponderada “¿Qué ves?” fueron la antesala para entrar con “Qué Tal” y el clásico de Sumo “La Rubia Tarada”, esta última cantada como si el teatro se cayera a pedazos, y Luca Prodan dirigiera desde el otro lado.
La energía proseguía sin bajar revoluciones con “Rasputín/ Hey Jude” de esa obra maestra titulada ‘La Era de la Boludez’, para frenar el acelerador con dos canciones emblemáticas de su trayectoria como “Spaghetti del Rock” y “Par Mil” con un coro sublime de fanáticos que inundó el ambiente, y con Mollo sentado junto a su Epiphone, quien aprovechó la pausa para agradecer y comunicar su sentir ante tan magnífico recibimiento de los chilenos. “Algo pasó en este tiempo” dijo el argentino, haciendo referencia al encierro del que fuimos actores en estos últimos dos años, y que tanto golpeó a los artistas, y de como esto sirvió para acercarnos más. Una certera y honesta reflexión del guitarrista que no escondió su emoción, ante la potente experiencia de estar sobre un escenario, frente a miles de personas que conectan con su obra a este lado de la cordillera.
Luego de continuar con “Huelga de Amores”, el público estalla cuando se escuchan los primeros acordes de “El Arriero”, el clásico de Atahualpa Yupanqui, no había sido incluido en los últimos conciertos de la banda, por lo que los asistentes se vieron sorprendidos, con una canción que Divididos transformó en un verdadero himno del rock argentino. La adrenalina se mantuvo al alza con lo que se venía, “Salir a Comprar” y “Sucio y Desprolijo” del recordado Pappo Napolitano no daban tregua. La magnífica “Amapola del 66” hizo rendirnos a estas alturas ante tamaño espectáculo, en que cada uno de los músicos denotan un talento sorprendente, en especial la capacidad infranqueable de Diego Arnedo en el bajo, un motor inequívoco en el sonido del power trío, que se roba miradas con su performance en las cuatro cuerdas. Por su lado Catriel Ciavarello es un verdadero panzer tras la batería, por momentos su espectáculo individual parecía imparable, sin dudas el chico que hace casi dos décadas llegó para tomar el puesto de Jorge Araujo, era el hombre que debía estar ahí.
Mientras Ricardo Mollo recibe una bandera argentina pregunta a los que se la ceden si eran de Hurlingham, a lo que le responden que vivían acá en Chile. El cantante agradece el gesto y se lanza dedicándoles a sus compatriotas “Paisano de Hurlingham”. A estas alturas el interior del teatro era una caldera en ebullición máxima que se mantuvo en lo más alto de la temperatura con la parte final, que incluyó bombásticas interpretaciones que solo estimularon a que el público no parara de desgarrar cuerdas vocales, ni de enfrascarse un pogo de torrentosa marea humana. “El 38” y “Ala Delta” detonaron el último explosivo para hacer que el teatro prácticamente se viniera abajo en algarabía, realmente el trío hizo honor a su calificativo como la aplanadora del rock, realmente pasaron sobre la multitud arrasando con todo.
Cuando el recuerdo de Sumo con “Crua Chan” ya nos avisaba que se venía el término, y todo fluía en un vendaval de emociones, un fanático cayó entre la reja de barricada y el escenario golpeándose fuertemente el rostro, Mollo al percatarse, detiene la canción y baja personalmente para verificar el estado del accidentado, para volver al escenario y sin ocultar preocupación, lamentar el hecho, y continuar con el concierto, en un momento que enfrió por unos minutos el ambiente, que preocupó y desconcentró unos segundos a los músicos, quienes con esa acción demostraron el valor humano que poseen, y que ante este tipo de situaciones no se puede ser indiferentes, aunque eso comprometa al espectáculo . Felizmente el accidente no fue de mayor gravedad y el trío retomó el hilo para terminar en grande con toda la actitud punketa de “El Ojo Blindado”, ante un público enfervorizado que agotaba los últimos niveles de energía que aun había en el cuerpo.
Un concierto de antología, con 25 canciones que se hicieron pocas. Frente a un catálogo como el de Divididos, podrían seguir la noche entera para poder dejar a todos conformes, pero eso es imposible, de todas formas lo que nos entregaron no tiene por qué ser blanco de críticas, ya que el objetivo se cumplió cabalmente, en un show sólido, con un sonido ensordecedor, claro y punzante, como debe ser tocado el rock and roll. La dupla Mollo/Arnedo es implacable, y conforman una sociedad donde la amistad ha perdurado por décadas, incluso desde antes de formar parte de Sumo, la banda que los catapultó como referentes esenciales del rock argentino. Eso conlleva al entendimiento mutuo que se refleja sobre el escenario, y que los ha llevado a ser tan grandes como quizás nunca lo imaginaron. Ricardo Mollo prometió volver el próximo año, sin lugar a dudas, aquí los estaremos esperando.