Por: @jeff.qlo
En menos de una semana, Chile se convertirá en un campo de batalla sonoro cuando Cryptopsy y Atheist desaten su furia técnica sobre el escenario.
Será una noche donde la brutalidad y el caos se entrelacen con la precisión quirúrgica de dos bandas que han marcado la historia del metal extremo. Dos maneras diferentes de abordar el death metal, pero con un punto en común: la ejecución impecable de piezas que desafían los límites de la brutalidad y la técnica. Cryptopsy es sinónimo de devastación sonora, la banda canadiense nació a finales de los 80 bajo el nombre de Necrosis, pero su evolución los llevó a convertirse en una de las agrupaciones más innovadoras y extremas del death metal técnico. Sin embargo, fue en 1996 cuando sacudieron los cimientos del género con “None So Vile”, un álbum que sigue siendo una referencia obligada para cualquier seguidor del metal extremo, desde la batería explosiva de Flo Mounier hasta los riffs frenéticos que parecen no dar respiro, cada segundo de este disco es una demostración de virtuosismo sin concesiones, pero lo que realmente selló su legado fue la presencia de Lord Worm en la voz, un frontman impredecible y salvaje que no solo escupía guturales imposibles, sino que también llevó su personaje al extremo, llegando a comer gusanos en el escenario como una representación visceral de la decadencia y la brutalidad de su música.
Con “None So Vile”, Cryptopsy demostró que la agresión podía ir de la mano con un tecnicismo que rozaba lo inhumano. La banda ha atravesado muchos cambios de sonido, rozando el deathcore e incluso experimentando con voces limpias, sin embargo, con el último álbum, “As Gomorrah Burns”, han regresado con toda la brutalidad de aquellas épocas. Entre sus miembros actuales destaca Olivier Pinard, bajista también de Cattle Decapitation, un tipo con dedos de acero que es sinónimo de velocidad y precisión. Las voces y los gritos de la banda evocan el sufrimiento más primitivo, como si alguien estuviera siendo crucificado y soltara un alarido visceral en el momento en que el clavo atraviesa sus piernas.
Por otro lado, Atheist representa la otra cara del death metal técnico, una banda que desde sus inicios desafió las estructuras convencionales del género. Con su debut, “Piece of Time” (1989), marcaron un punto de inflexión al introducir una complejidad armónica que bebía directamente del jazz y la fusión, pero fue en “Unquestionable Presence” (1991) donde su propuesta alcanzó un nivel de perfección casi imposible.
Cada instrumento en Atheist tiene vida propia: el bajo no se limita a seguir la guitarra, sino que teje líneas melódicas independientes; los riffs no se repiten sin más, sino que evolucionan como una conversación disonante entre cuerdas y percusión. Es el tipo de música que no solo golpea, sino que desconcierta, exigiendo una atención total para poder descifrar cada detalle.
Su virtuosismo los ha convertido en una banda de culto dentro del death metal progresivo, influyendo en generaciones de músicos que buscan la excelencia técnica sin perder la agresividad. Cuando Cryptopsy y Atheist compartan escenario, no habrá tregua, será una jornada de violencia sonora, donde el tecnicismo no es un adorno, sino un arma. Por un lado, la barbarie descontrolada de los canadienses; por otro, la precisión matemática de los estadounidenses.
Ambos han demostrado que la música extrema puede ser compleja sin perder su esencia brutal, y en una misma noche desplegarán sus propias interpretaciones de lo que significa llevar el death metal al límite. Para los asistentes, será un reto tanto físico como mental: entre el caos de Cryptopsy y el virtuosismo de Atheist, la única certeza es que nadie saldrá ileso de esta experiencia.
Las entradas las encuentras disponibles a través de la página de Sala Metrónomo.
Produce spider prod, chamuco prod.
