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Chile

Cristofer Rodríguez, autor de “Con el corazón aquí”: “A partir del rocanrol, las juventudes han sido el motor en la música chilena”

Este año se publicó el libro “Con el corazón aquí: Estado, mercado, juventudes y la Asociación de Trabajadores del Rock en la transición a la Democracia (1991-1995)”, texto escrito por el docente y magíster en historia, Cristofer Rodríguez, quien investigó acerca de la historia de la ATR, su importancia, significado en Chile, colectivos de músicos, bandas, entre otros temas. Para saber acerca de su texto, conversamos con él.

¿Cómo surge la idea de investigar y desarrollar un texto acerca de las juventudes y la Asociación de Trabajadores del rock?

Hay varias razones, personales y disciplinares. Siempre me llamó la atención la transición a la democracia como periodo histórico. Es más, creo que los investigadores estamos llamados a comprender y divulgar las claves de ese proceso histórico, ojalá, desde los ángulos más variados. Ahí aparece la música y la juventud, como componentes fundamentales del proceso democratizador de la sociedad luego de la dictadura, pero super invisibilizados. Y cuando se ha escrito de ello, ha sido muchas veces desde una miopía y verticalidad que da pavor. Encontré que en la singular experiencia histórica de la Asociación de Trabajadores del Rock se cruzaban variables sociales, culturales, políticas y económicas que decían mucho sobre esos primeros años del retorno a la democracia.

En la historia de la música, mirándolo después de años, ¿qué rol cumplieron las juventudes y trabajadores de la música?

A partir del rocanrol, las juventudes han sido el motor en la música chilena y en el mundo. El mayo francés del 68 o nuestra reforma universitaria. Los Beatles y nuestros Jaivas. Juventud ha sido sinónimo de vanguardia y eso siempre ha sido conflictivo con el poder y la adultonorma, indistintamente del color político del gobierno de turno. En el caso del Chile de los 90 las juventudes han sido muy mal miradas e injustamente criticadas. Se les ha tratado de despolitizadas, que no estaban ni ahí, violentas, escapistas. No tienen la épica de los años 60 y 70, o la épica de la lucha contra la dictadura en los 80 o los movimientos estudiantiles del siglo XXI. Pero, si miramos en detalle, nos vamos a encontrar con una juventud muy dañada que, pese a todo, no estuvo tan ni ahí. Organizó tocatas, centros culturales, clubes deportivos, clubes de fan, incluso se organizó alrededor de instituciones como las parroquias y los boy scout. Esa juventud puso el rock chileno nuevamente en primera órbita y recuperó los espacios de esparcimiento que antes habían sido prohibidos.

Viéndolo después de años y llevándolo a la actualidad. ¿Qué cambios realizó la ATR?

La ATR ayudó y contribuyó a que se concreten algunos cambios que, tal vez, tarde o temprano iban a pasar igual. Pero esta organización pujó y visibilizó la necesidad de inversión de los sellos en el rock chileno y de rotación en los medios de comunicación. Grabó bandas cuando nadie las grababa, organizó tocatas y las posicionó en prensa. Nadie puede decir hoy que el rock chileno no existía antes de que los sellos BMG y EMI hicieran sus millonarias inversiones a mediados de la década de los 90, porque la ATR se encargó de registrarlo. No fueron los únicos, también estaba la radio Umbral, el sello Alerce y la revista El Carrete. Ahora, en términos más concreto, de la ATR surgen las Escuelas de Rock, que ha tenido una importancia fundamental en la formación de bandas, desde Sinergia a Los Bunkers pasaron por sus aulas en su estado formativo.

¿Cuál fue el punto de inflexión en el año 1991?

El año 1991 ya había pasado un tiempo suficiente para darse cuenta que la alegría que prometía la democracia, no llegaría para todos. Puede ser un poco injusto decir esto, pues para esta fecha el gobierno civil llevaba solo un año en el poder, pero para los músicos el proceso de desencanto empezó antes, en 1988, con la victoria del plebiscito. En 1988 se produce el abandono de los sellos multinacionales, EMI principalmente, de las bandas que conformaron el fenómeno del pop de los 80. Al mismo tiempo, la victoria de la opción NO en el plebiscito devino en una desmovilización y surgimiento de una cultura que pretendía meter bajo la alfombra lo ocurrido en la dictadura. Había que mirar hacia adelante y, al parecer, para eso, había que enterrar algunas cosas o hacer como que algunas cosas no habían pasado. La música desapareció completamente de los medios grandes y, salvo Los Prisioneros de Corazones, La Ley o Sexual Democracia, el resto de los grupos no tenían cómo llegar a fin de mes, sobre todo los grupos jóvenes. No sonaban en la radio, no giraban, no los invitaban a festivales. Para 1991 la situación era insostenible, sobre todo porque ya era democracia y en el mundo estaban pasando cosas interesantes, con el rock recuperando el primer lugar en el gusto masivo de las juventudes. Tenían que hacer algo e hicieron la ATR.

Después de la dictadura, ¿en qué aspectos cambió la música chilena?

Ocurre este blanqueamiento del que te hablaba. Muchos músicos deben acostumbrarse al nuevo sistema político, al nuevo consenso social. ¿Se podía ser igual de crítico como se había sido con Pinochet? A grupos como Congreso y Schwenke & Nilo les va a costar, porque sin duda la democracia, para ellos, era mejor que la dictadura. Pero para los más jóvenes la cosa fue más sencilla. Los Miserables y Panteras Negras van a ser mucho más rápidos en afinar su sentido crítico, pero desde la periferia. Por otro lado, es una época donde se empieza a invertir en el país y la gente comienza a consumir. Aumenta el número de reproductores de CD por familia y algunos artistas como Jorge González y Myriam Hernández se exportan fuera de Chile. Los primeros años después de Pinochet merecen mucha atención porque estaban pasando muchas cosas que incluso hoy resultan difícil de explicar. Es, con todas sus letras, una época de transición, eso es lo interesante. La ATR fue parte de eso.

La ATR luchó contra la poca valoración hacia los músicos chilenos. Tras esto, a través de la organización, ¿se hizo algún cambió? ¿se puede reflejar en la actualidad?

Lamentablemente no. Si bien la ATR pujó y logró instalar algunas cosas importantes, lo cierto es que cuando se revisan el petitorio original de la ATR es muy similar a las demandas actuales y eso es lamentable. Da pena en verdad. La ATR hablaba de Ley de cuota, sistema de pensiones, ley de telonero, muchas cosas que, con suerte, hoy son realidad.

Antes, en los 90, ¿crees que los músicos se veían como trabajadores? ¿O cómo se identificaban?

El gremio de los músicos pocas veces se ha visto como trabajadores. A diferencia de los actores y actrices, por ejemplo. Sin embargo, hubo un tiempo en la vieja república, donde se veían muchas asociaciones, sindicatos y gremios de músicos organizados, desde comienzos del siglo XX hasta los años 60, aproximadamente. Puede ser que esto se deba a que, entonces, además de una concepción social más sólida sobre la actividad gremial, los músicos eran sujetos que pasaron por estudios y se transformaron en profesionales, en oficiales encargados de cumplir un rol en la sociedad. Eso los logró colegiar. Hoy la situación es muy diferente y la sociedad trata a los músicos como artistas que realizan un hobby. Incluso los mismos músicos se consideran a sí mismos solo como artistas, seres sensibles que actúan como puente entre el mundo platónico de las ideas y la obra de arte, pero no como trabajadores.

Jeannette Pualuan, Cathy Lean, Sol Domínguez, Arlette Jacquie. ¿Cuál es el rol de las mujeres durante este proceso? 

Las mujeres tuvieron un rol marginal en la ATR. Es un signo de la época. Entonces el machismo está mucho más instalado de lo que está hoy, que ya es harto. Por lo mismo quise conocer esa especificidad. Cómo las mujeres músicas integraron un colectivo de trabajadores de la música que en sus objetivos no tenía nada feminista. Ni ley de cuota, ni protocolos de abuso, nada. Las músicas que entrevisté reconocen esto, pero aun así no se arrepienten de haber participado, pues, a la luz de los años, comprenden que es lo único que había. Afortunadamente hoy son justamente las mujeres de la música las que han levantado las organizaciones de trabajadoras de la música más sólidas.

 Al investigar y conocer nuevas historias, ¿existe alguna que te sorprendió?

Me sorprendió el importante rol político que tenía el INJUV a inicios de los 90. El INJUV era un organismo que, como hoy, se vinculaba con las juventudes y en los años 90 las juventudes eran un temazo. Hoy también lo son, pero me da mucha pena ver cómo ningún organismo público se preocupa de ellas en su particularidad. Las juventudes son un actor social mucho más relevante de lo que la adultonorma y el poder cree y hoy las veo viviendo un momento extremadamente complejo en cuanto a su acceso a la educación, el mundo laboral, salud mental, afectividad y salud sexual. Bien o mal, el INJUV de esos años comprendió ese rol e intentó aportar de la mano de los rockeros de entonces.

¿Cuál es el legado de la ATR?

Existe el legado concreto y el legado más poético. El concreto es la contribución para lograr unas Escuelas de Rock o haber grabado a tantas bandas cuando nadie se atrevía. Poner la necesidad en la mesa sobre un mercado que estaba preparado para escuchar rock chileno y exigir a un mundo económico que les daba la espalda, que invirtieran en cultura. Todo eso es concreto, pero también es super poético, porque fueron Quijotes en el despoblado de la transición a la democracia. Cualquier músico o música que hoy quiera organizarse, debe pasar por la historia de la ATR para aprender de ella.

Tras realizar este texto, ¿qué aprendizajes y reflexiones puedes expresar?

El mayor aprendizaje es que la transición es una época fundamental para comprender el Chile actual. Allí se encuentran muchas respuestas y, por lo tanto, soluciones para salir del hoyo político y social en que nos encontramos, aprendiendo de lo bueno y lo malo de esos años. Es la razón por la que creo que el presidente Boric lo ha hecho bien, porque se nota que está mirando y aprendiendo de estos años. Con la diferencia de que parece que el factor cultura y juventud sigue igual de botada que entonces. Ese es mi llamado también. Creo que el presidente y las ministras de Desarrollo Social y Cultura deberían leer este libro, porque hay una mirada desde un caso en particular sobre el impacto de la política en ciertos sectores de la población. No es teoría política ni historiográfica, sino un caso de estudio, una microhistoria con enfoque social de la cultura.

¿Dónde comprar el libro?

Librería Metales Pesados

La Tienda Nacional

Página Web Editorial Universidad Alberto Hurtado https://ediciones.uahurtado.cl/producto/con-el-corazon-aqui/

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Noticia publicada por el área editorial.

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