Por: @jeff.qlo
Una energía desbordada que explotó como una supernova. Sólo así se puede partir esta review del concierto que anoche dejó atónito a un Teatro Caupolicán completamente repleto. Meshuggah no defrauda. Si buscas que tu sangre hierva y entrar en un trance profundo, esta es la banda que nunca fallará. Cada nota, cada riff y cada golpe de batería fue una declaración de intenciones: no venimos a tocar, venimos a arrasar.
A las 20:40, con su precisión habitual, la banda abrió el portal al caos con una selección de clásicos ochenteros que hizo que el público estallara en júbilo y carcajadas cómplices, sabiendo que lo mejor estaba por venir. El estallido definitivo llegó con “Broken Cog”, la primera canción de su nuevo álbum Immutable. Como su título lo sugiere, esa pieza marcó el tono de la noche: un sonido tan avasallador como inevitable, dejando en claro que la evolución de Meshuggah no tiene fin ni descanso.
Sin dar tregua, sonó “Rational Gaze”, un himno absoluto que desató la locura colectiva. Los mosh pits tomaron forma de inmediato, una tormenta humana de empujones y saltos donde no había espacio para el descanso, solo para dejarse llevar por la energía salvaje. En cada golpe del pedal de Tomas Haake y en cada riff de Fredrik Thordendal y Mårten Hagström, se percibía la maestría técnica que ha elevado a la banda a una liga aparte. Su precisión matemática no le resta ni un gramo de brutalidad: es caos controlado, la violencia más pura canalizada a través de un virtuosismo inigualable.
El público chileno y la banda conectaron desde el primer instante. Jens Kidman, con su imponente presencia y una polera con el nombre de Chile, se mostró más entregado que nunca, motivando a los asistentes a darlo todo. Eran cinco años de espera acumulada, y cada segundo del show fue una catarsis compartida. La audiencia absorbía cada onda sonora como si fuera la última, gritando con furia cada verso y bailando al ritmo de los complejos patrones polirrítmicos.
Haciendo un recorrido impecable por su vasta discografía, Meshuggah dejó en claro que la edad no ha disminuido su intensidad. Si algo quedó patente esa noche es que ellos siguen marcando el camino del metal extremo, evolucionando un sonido que ya parecía haber alcanzado la perfección. No necesitan competir con nadie más, solo consigo mismos, y lo hacen con una entrega total en cada álbum y concierto.
El momento cúlmine llegó con “Bleed” y “Demiurge”, dos de los temas más esperados. Cada golpe resonó como un terremoto que sacudía los cimientos del Caupolicán. Aunque el público ya estaba exhausto, pedían más, resistiendo hasta el último segundo. La banda, imperturbable, entregó su alma en cada nota, dejando a todos los asistentes al borde de la extenuación, pero completamente satisfechos.
Una vez más, Meshuggah demostró por qué son leyendas vivientes del metal extremo. Su sonido es único, intransigente, y sigue evolucionando, como una máquina que no conoce límites ni descanso. No tienen nada que demostrar; solo nos recuerdan que, en su universo, el caos y la perfección son dos caras de la misma moneda.
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Setlist:
- Broken cog
- Rational Gaze
- Perpetual Black second
- Kaleidoscope
- God He sees in Mirrors
- Born In dissonance
- In death- is life
- In death – is death
- Humiliative
- Future Breed Machine
- Bleed
- Demiurge
