Nota Freddy Véliz Fotos: Cristian Carrasco
Lo vivido ayer en Santiago Gets Louder, fue una experiencia repleta de sentimientos respecto a lo que significa el thrash metal en nuestro país. Un movimiento que surgió en la década del ochenta en Estados Unidos, y que tuvo a Chile como uno de los países donde germinaron una gran cantidad de exponentes, que en medio de la dictadura militar, fue construyendo una escena que ha sido reconocida internacionalmente, a pesar de que en esos años era bastante precario poder levantar shows o adquirir instrumentos. Muchos de esos exponentes, y seguidores del movimiento, fueron creciendo con bandas tales como Metallica, Exodus, Anthrax, Sodom, Kreator o Slayer, entre cientos más. De toda esa vasta cantidad de agrupaciones, surgidas a través de los años en distintos rincones del mundo, la que guarda una relación mucho más que especial con Chile, es Slayer. Uno de los principales motivos, ha sido el origen natal de Tom Araya, quien a pesar de que salió muy pequeño del país junto a su familia, el público lo ha recibido desde su primera visita en 1994, como un chileno más, y él ha adoptado ese sentimiento, llevado por el arraigo con sus raíces, aunque ciertamente sea en mayor grado un ciudadano estadounidense.
Los chilenos no nos guardamos el orgullo, de que este hijo de nuestra tierra, sea la cara visible de la banda, considerada por muchos, la más grande del thrash metal mundial, algo que pocos discuten, en especial luego de ser testigos de sus aplanadoras presentaciones en vivo. Presentaciones que suman ocho en Chile, y serán nueve este martes, con el concierto programado junto a Anthrax en Viña del Mar. Será el adiós del conjunto por este lado del mundo, en una gira que supuestamente es la última antes del retiro definitivo, y por supuesto, todos los amantes del metal querían estar presentes en el Estadio Bicentenario de La Florida, para despedirse en grande en un festival que nos ha traído grandes momentos desde sus primeras versiones.
Luego de una tarde avasalladora, con agrupaciones tan insignes como los chilenos Pentagram, los alemanes Kreator y los neoyorkinos de Anthrax, a las 21:30 horas, Slayer sale a escena en medio de los gritos de una multitud que ocupó cada rincón del estadio, creando una impresionante postal de cabezas sacudiéndose y puños en alto, apenas suenan las primeras notas de “Repentless”, corte que da título al último trabajo de estudio de la banda, realizado el 2015, los mosh pits y bengalas tampoco se dejaron esperar y con la seguidilla demoledora de “Evil Has No Boundaries”, “World Painted Blood”, “PostMorten”y “Hate Worlwide”, nos envolvían en una experiencia sónica destructiva. De todas las visitas de Slayer a Chile, creo que esta ha sido en cuanto a calidad de sonido, de las más logradas y demoledoras.
Ante el grito de “War Ensamble” la hecatombe continuaba imparable, con el público acompañando a Tom Araya en desgarradores coros, la dupla sostenida de Gary Holt y Kerry King, logran construir un muro de riffs y solos, que crece y se nos viene encima sin piedad, con Jeff Hanneman acompañándolos desde algún lugar. Al correr del tiempo, el público sintió la bofetada de las horas en medio de la cancha, y se mantuvo más bien pasivo, ante el bombardeo metálico de la agrupación desde la densidad de “Gemini” uno de los temas originales de “Undisputed Attitude”(1996), pasando por “Disciple” con la fanaticada coreando fuerte God Hates Us All!! y luego caer rendidos ante la tremenda “Mandatory Suicide” y “Chemical Warfare”.
Un repertorio que fue variando en perfecta armonía lo clásico con lo más reciente, sin decaer en su intensidad, a pesar del cansancio evidente del público, que fue guardando energías para el espolonazo final, comenzando con “Seasons in the Abyss”, seguida de la infaltable “Hell Awaits”, la tripleta asesina de “South of Heaven”, “Raining Blood” y “Black Magic” y el tiro de gracia con “Dead Skin Mask” y la brutalidad extrema de “Angel of Death”, con Paul Bostaph demostrando sus atributos en el lugar que originalmente ocupó Dave Lombardo, a quién de todas maneras, es imposible no extrañar. Así Slayer terminaba su paso por Santiago antes de embarcarse a Viña del Mar, tierra natal de Tom Araya, donde dará su último concierto para Chile. El cantante y bajista parecía no querer abandonar el escenario, se mantuvo por largos minutos observando al público, que ovacionaba a la banda, negándose a salir del estadio.
Las cámaras optaron por un close up al rostro de Araya, que se veía realmente impresionado, intentó en un momento dirigir unas palabras, pero fue impedido por la emoción de estar frente a 26.000 almas repitiendo el nombre de la banda y el suyo en especial. Una mirada sincera hacia sus compatriotas, hacia la tierra que lo vio nacer y a la vez partir muy niño, la tierra que lo recibió como al hijo pródigo, en medio del éxito de su banda, convertido en una estrella mundial de un género muchas veces vapuleado por la industria del espectáculo, pero que ha sabido ganarse un espacio en el mundo y en especialmente en Chile. Slayer puede ser la banda más brutal y ruda del planeta, una máquina indestructible que arrasa con todo a su paso, pero el colofón de Santiago Gets Louder fue intensamente emocional, coronado por Tomás Enrique Araya Díaz con un ¡Viva Chile Mierda! que quedará grabado por siempre en nuestros oídos y también en nuestros corazones, no nos queda mas que decir, Gracias Slayer, Gracias Tom, por más de tres décadas de música devastadora que acompañó nuestras vidas, y seguirá ahí sonando en cada una de sus obras.
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